Te quiero

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Estaba llegando a la puerta cuando sonó su móvil, vio como bailaba el Pitufo y entendió que quien iba a quedar fuera de aquella cita, era ella. Lo agradeció, le facilitó a Marta el ruego y con el paso veloz se fue hasta el coche. Allí colocó el manos libres e hizo una llamada.

N: ¡Hola Cruz!, ¿qué tal?

C: Aquí en casa, luchando con los niños para que estudien algo hija, yo creo que mi madre nunca tuvo que pelear tanto conmigo

N: Ya se sabe (sonrió)

C: Ya me lo dirás cuanto tengas un hijo guapa. ¿Vas en el coche?

N: Marta me acaba de dejar plantada

C: Vaya (sonrió) No me digas el motivo que cuando vea a Héctor me reiré

N: Oye tienes un ratito para una amiga desesperada

C: Sabes que sí, y si te das prisa tengo hasta cena para esa amiga

N: Gracias. En diez minutos estoy ahí

C: De acuerdo, aquí te esperamos.

Las calles amplias de Madrid, se le hacían estrechas a Alba, no podían sucederle más cosas, a la actitud desconcertante de su madre, se unía aquel cambio en Natalia, quien ni siquiera le contestó ante su firme rechazo, sino que todo lo contrario le habló con ternura y preocupación, por último estaba su hermano, ¿qué iba a pasar?, siempre y cuando nadie se enterara de lo que había sucedido en aquella habitación, podía estar tranquila. Pero si algo de todo le molestaba lo suficiente como para ir con la cabeza gacha dándose golpes con los demás peatones sin apenas sentirlos, era que ahora le debía el silencio a Natalia, le había venido muy bien aquella escena para poder cobrarse aquel silencio. Sus pasos eran decididos, caminaba con pisadas seguras que querían huir de si misma, con un remolino de sensaciones que le ahogaban y le provocaban sentirse como si estuviera en el borde del precipicio, con la tierra moviéndose a sus pies. Al llegar a casa, apoyó su cabeza sobre la puerta una vez cerrada, ¡estaba salvada!, por el camino le llegó la idea de que al llegar podría estar allí Natalia, con aquella postura suya un tanto chulesca para decirle nuevamente aquel "hola guapa" que le había revuelto el estómago, entonces también recordó aquello que había guardado en el fondo de su memoria como si no hubiera existido, porque cada vez que lo recordaba se odiaba a si misma.

Entró hasta la cocina para prepararse un vaso de leche no tenía estómago para nada más, al pasar el líquido caliente por su garganta, recordó aquel, "¿Estás bien?", ¡por qué tenía aquella voz!, ¡por qué le causaba tanta impresión!, ¡por qué! Se recriminaba una y otra vez como si estuviera loca. Y las palabras de su madre, el odio, sí era cierto, miraba con odio porque era lo que más había acumulado en el último año y además, de manera brutal en las últimas semanas. Su madre, había sido demasiado cruel con ella, pero le había dado tanta rabia verla entre los brazos de... ella... sí... ella... siempre ella

A: ¡Mierda!, tengo que hacer lo que sea por cambiar, mi madre tiene razón (se apoyó en el cristal frío de su ventana que daba a un patio interior, triste) ¿Por qué todo cuanto me rodea es tan triste?, tengo que olvidar... olvidar y perdonar sólo así podré seguir adelante luchando por Natali...

En casa de Cruz, cuando Natalia llegó, se armó un pequeño alboroto, y durante la cena que tuvieron que compartir entre peleas de los chicos, y hazañas sobre novias y demás. Todo aquello le sirvió a Natalia para no pensar en ella misma, y así compartir durante la cena, cosas con Cruz sin necesidad de llegar al tema en cuestión y por el que sabía que había acudido a su casa. Una vez, se quedaron solas, ante un buen trozo de helado de chocolate y un café, se sentaron en la terraza cubierta que tenían en aquel chalet y se dejaron llevar por el momento. Natalia le contó lo sucedido con el hermano de Alba, y su amiga la escuchaba con gesto de pena.

Apuesta equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora