El traqueteo de los trenes solía adormecerle, pero, esta vez, YoonGi tenía demasiadas cosas en las que pensar como para poder dormirse. Es más, tampoco había dormido nada la noche anterior. Y eso no era normal en él.
Aunque, en realidad, tenía motivos para estar nervioso. No dejaba de mirar la carta que le había dado su madre. Era una carta explicando quién era él. Lo curioso era que él mismo no parecía saber realmente quien era, y no podía abrir el sobre y leer la carta porque no iba dirigida a él. Quizá esa carta era su única esperanza. Si la abría quizá lo echaba todo a perder.
Hacía tres años, su destino iba a ser muy distinto. Vivía con su madre, salía con sus amigos, estaba terminando el instituto, tenía una vida normal de un chico de ciudad de 17 años. Pero todo cambió poco después de cumplir los 18. De pronto, un día como cualquier otro, empezó a sentir calor y su cuerpo comenzó a desprender un intenso olor a eucalipto. Eso no tenía sentido para él. Durante años, toda su vida, su madre le había ocultado que era un cambiaformas. No podía creerlo. Estaba totalmente enfadado con ella y muy confundido en general. No entendía los motivos por los que se lo había ocultado. Hubo temporadas en que le pidió explicaciones, pero ella jamás se las dio. Había rechazado todos sus intentos porque le contase cosas sobre su manada o sus costumbres. ¿Quién era él en realidad? Nunca antes había preguntado por su padre, pero ahora creía esencial saber qué había sido de él y, lo más importante, si seguía vivo. No entendía porqué además de ocultárselo todo ese tiempo, ahora no le ayudaba. Ella había rezado todos los días, desde que le tenía en su vientre, porque YoonGi jamás fuese un alfa o un omega. Los betas no se presentan. Pueden transformarse en lobos pero no tienen un olor tan característico como alfas u omegas y, lo que resultaba más relevante para su madre, no necesitan vivir obligaroriamente con una manada de los de su especie. Un beta podría no distinguirse demasiado de un humano convencional, especialmente si él mismo creía que era un humano. Ese era el plan de su madre, supuso YoonGi, que los dos pasaran desapercibidos como humanos en la ciudad. Lo que le hacía preguntarse, ¿de qué se suponía que estaban huyendo? Pero el plan de su madre se había ido al traste cuando él se presentó como omega. Jamás podría vivir una vida humana ni pasar desapercibidos entre ellos.
Después de un tiempo, dejó de preguntar y empezó a leer todo lo que podía encontrar sobre los cambiaformas. Nunca antes se había interesado por los ellos. La gente de la ciudad no solía saber mucho. Y, de un día para otro, necesitaba saberlo todo, porque era uno de ellos.
Según había leído, los lobos eran capaces de transformarse desde que eran pequeños, pero él jamás había podido, básicamente porque jamás lo había intentado. ¿Cómo iba a saber transformarse en lobo si no sabía que era uno? Y ahora, no se atrevía a intentarlo. Alfas y omegas tenían que vivir con una manada necesariamente para no acabar sumidos en una profunda depresión. Todo omega, como YoonGi, necesitaba un alfa. O eso era lo que decían los libros.
Por un tiempo, YoonGi pensó que no tenía porqué ser cierto. Que quizá sólo se decía porque nunca nadie había intentado lo contrario antes. Él estaba dispuesto a seguir con su vida. Cuando las cosas empezaron a complicarse, se resistió. En cuanto se presentó como omega, su madre supo que sería inútil. Supo que la única solución era entregar a su hijo al cuidado de un alfa. Pero YoonGi estaba demasiado enfadado y obcecado como para escucharla y mucho menos como para hacer lo que ella le decía y entregarse él mismo y toda su vida a un alfa al que no conocía. Aquello era una locura. ¿Entregarse? ¿Qué era? Un pedazo de carne. ¿Qué clase de sociedad retrógrada empareja de esa manera a su gente? YoonGi no podía comprenderlo pero, después de mucho resistirse inútilmente, él también tuvo que rendirse. Sentía un horrible vacío en el pecho que no podía llenar. Y durante sus celos, aunque sólo fueran una vez cada seis meses, ese vacío era mucho peor. No podía superarlos. No era sólo cuestión de sexo. Podía satisfacer lo suficientemente bien su ansiedad sexual con algún chico de su edad y unas cuantas masturbaciones, pero seguía sintiéndose perdido. Y cada vez era peor. Ahora, dos años después, había vivido demasiados terribles celos solo y uno nuevo se acercaba. Estaba acongojado. Esta vez no podría superarlo sin volverse loco, así que, completamente asustado, había cedido a las plegarias de su madre. Por eso le había dejado que le entregase esa carta dirigida a un alfa, en la que seguramente le suplicaba que dejara a su hijo unirse a él y a su manada. Pero él no sabía nada de las costumbres y de la forma de vivir de los cambiaformas. No sabría vivir en una manada. No más de lo poco que había podido encontrar en internet y algunos libros. E, incluso en los libros, ya parecía complicado para él. La sociedad de los cambiaformas parecía bastante cerrada. ¿Cómo lo haría? ¿Cómo de fuerte era su lado animal para guiarle? Él no se sentía un animal excepto cuando llegaba su celo, que se desarrollaba un instinto incontrolable. Pero había muchas otras cosas que le serían extrañas de vivir en manada. Compartir a su pareja con otros omegas, someterse por completo a la voluntad de un hombre al que no conocía. Diablos, él siempre había sido gay pero, ¿cómo iba él a tener un hijo? Los omegas varones podían tener un único hijo. Sólo uno, pues, aunque podían concebir, su cuerpo no estaba preparado para dar a luz como el de una mujer, ya fuera beta o humana, y tras el primer parto perdían toda capacidad de volver concebir. Ahora, ¿YoonGi debería darle un hijo a un alfa? ¿A alguien a quién no conocía? No sabía como iba a hacerlo. Es decir, la teoría la sabía y no era virgen pero... ¿un hijo? Eso era demasiado. A menudo ponía la mano en su vientre y se miraba al espejo sin poder creerlo.
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La Manada [BTS]
FanfictionEn el bosque de Bukhansan, la manada de Kim NamJoon vive en armonía. Él cuida de betas, omegas y cachorros. Cada uno tiene su lugar y nada parece capaz de perturbar la paz de la manada. Pero un omega de ciudad, que no comprende nada de su propia na...