Capítulo 5: "La noche de bodas"

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NOCHE DE BODAS, Sábado 25 de Junio/1994

Sentado en el largo sofá y con una pierna subida en éste, Terrence ya se había quitado tanto chaqueta como corbata, y tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados.

Allí, ya llevaba rato pensando; no obstante, al escuchar unos pasos, él abrió los párpados, levantó la cabeza y vio pasar a la empleada, la cual le hizo una leve reverencia deseándole:

— Buenas noches.

Él contestó al despido; y al minuto siguiente, se apagaron unas luces para quedarse el lugar semi oscuro.

Ahí y así, el castaño se sentó correctamente, tomó una copa de licor que estaba en la mesa de centro, bebió todo el contenido y volvió a poner el cristal en donde estaba.

Consiguientemente, él agarró su chaqueta y su corbata, y se puso de pie para comenzar a caminar escaleras arriba. Y en lo que Terrence llegaba a la habitación matrimonial...

Candice se había encerrado en el baño después de que la empleada le ayudara con su arreglo personal.

Con espanto, la joven una y otra vez se miraba en el espejo vestida en su negligé blanco.

Por el nerviosismo que sentía, mecánica y rápidamente, Nina se trenzaba el cabello; y es que su madre días antes de la boda ya le había explicado lo que pasaba normalmente en esos casos, sumando los comentarios que salieron y le dieron en su despedida de soltera.

Cuando escuchó unos llamados a la puerta, ella miró instantáneamente en dirección a la salida que conectaba a la habitación principal. Obviamente, el latido de su corazón, se incrementó.

Afuera, el castaño, —al no recibir respuesta—, prosiguió a darse el acceso, notando de inmediato la ausencia de su esposa. Posteriormente de cerrar la puerta, se encaminó hacia el sofá; y ahí, junto al vestido de su novia, dejó sus prendas de vestir.

Acto seguido, el recién casado fue a sentarse en la cama; e inclinando su torso, puso su codo derecho sobre su rodilla.

Conforme con la mano izquierda se daba un masaje en los hombros que los sentía muy tensos por lo pesado que había resultado el vuelo, él se zafaba los zapatos y hacía tronar los dedos de los pies.

Sosteniéndose de la barra del dosel de la cama, Terry se puso de pie y miró hacia al baño. Como también tenía la necesidad, caminó hacia allá y se detuvo para anunciarse.

Candice volvió a brincar al escuchar el llamado, pero buscó algo con que cubrirse al preguntársele:

— ¿Puedo pasar?

Envolviéndose con la toalla más cercana que encontró, ella respondió tímidamente.

— Sí.

Aprovechando que Terrence ingresaba, la rubia se acercó a la puerta y salió a toda prisa, sorprendiéndole a él la actitud tan infantil de la chica a quien sólo la vio pasar a su lado. Por momentos, él se rió ante eso, después sacudió la cabeza y cerró la puerta.

Cubierta y abrazándose a la toalla, la rubia, —con el corazón a punto de salirse de su pecho—, se fue a parar ¡y eso! porque la orilla de la cama se interpuso en su carrera, haciéndola caer de sentón en el colchón y sin dejar de mirar en dirección al baño, y deseando interiormente que no saliera el chamuco por lo menos en un buen rato.

Adentro, el castaño ya estaba en la ducha y tenía apoyadas sus manos en el azulejo que forraba el baño.

Él dejaba que el agua cayera sobre sus anchos hombros haciéndolo relajar los músculos. Segundos después, cerraba la llave y salía escurriendo de agua.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora