Capítulo 17 parte "a"

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NUEVA YORK, Viernes 31 de Octubre /1997

Con esa, era la tercera vez consecutiva que se giraba sobre la cama. Con molestia, Candice pateó la colcha para destaparse. Segundo después, ya buscaba la punta para envolverse nuevamente en ella.

Quedándose estática por unos instantes, la mujer fijó su mirada en la oscuridad de la habitación, tratando de asimilar si ese sueño había sido precisamente eso: sueño o una frustrada realidad.

Resoplando con fastidio, la rubia se giró de nuevo en el colchón y se abrazó al cobertor.

Encogida fetalmente, ella puso sus ojos en el reloj despertador que estaba en el buró izquierdo, y en donde apenas las manecillas marcaban las 11 55 PM. Ni tres minutos habían pasado desde la última vez que revisara el tiempo.

Manteniendo esa posición, la mujer escuchaba claramente el tic tac de aquel artefacto metálico.

Instantes después, Nina una vez más volvió a destaparse para tratar de envolverse en los brazos de otro dios Morfeo y no con el que su subconsciente le había traicionado.

. . .

Mientras tanto en otra habitación...

Terrence había abierto los ojos abruptamente ante la clarísima sensación de que alguien había estado ahí con él. Como muestra de ello eran los latidos acelerados de su corazón; y en su espalda todavía podía sentir lo terso de unos labios besándole y la suavidad de unas delicadas manos recorrerle por la piel.

Pasando saliva, el castaño se enderezó para quedarse sentado en la cama apoyando sus manos en el colchón y con la cabeza agachada.

Así, él trató de controlar su respiración, pero al ver que le era imposible, resopló fuertemente para sacar su tensión. Luego, estiró su mano y jaló el cordón de la lámpara que yacía en el buró derecho para también revisar la hora en su reloj de pulsera. En ello eran las 11 56 PM.

Acto seguido, el hombre se llevó las manos al rostro y lo frotó ligeramente. Después, se levantó para caminar descalzo hacia el ventanal. Allá, corrió la cortina y miró hacia la luna. Ésta estaba siendo cubierta por una nube.

Por instantes, el castaño perdió su mirada azul en la masa gaseosa esperando a que el viento la dispersara en los cielos y permitiera mostrar en su totalidad... a la hermosa madre blanca.

Acomodándose la pretina del pantalón de su pijama, Terrence regresó sus pasos para ir a la mesa de centro donde había una jarra con agua. Tomó el vaso que yacía boca abajo, vertió el líquido vital y bebió rápidamente, llevando a cabo su movimiento por segunda ocasión.

Dejado el vaso nuevamente en la mesa, él se encaminó de nuevo a la cama y se acostó. Conforme se llevaba las manos hacia la nuca, cruzó los pies y fijó su mirada en la puerta de la entrada de su recámara. Se quedó en esa posición deseando interiormente que su experiencia fuera hecha realidad.

. . . . .

Esa primera mañana del mes de noviembre, en lo que los empleados servían el desayuno en aquella mesa puesta sobre la frescura de los pastos verdes del jardín, vistiendo cómodamente pants y sudaderas el joven matrimonio, cada uno en sus respectivos lugares, permanecía en silencio, asintiendo solamente con la cabeza la atención de la servidumbre.

En sus rostros eran notorios los rastros de la difícil y torturante noche que ambos habían pasado y que también les era imposible hablar al respecto por lo extraño de lo ocurrido.

Envueltos en un mutismo común, prosiguieron a tomar sus alimentos, hasta que...

— ¿Tienes en mente hacer hoy algo en especial? — preguntó Terrence antes de llevarse un pedazo de fruta a la boca.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora