Capítulo 7 parte "c"

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Debido al apuro en que lo pusieran, Alistar, —haciendo movimientos con sus manos— trataba de explicarle a la rubia el concepto que le solicitara, no obstante, mejor optaba por preguntar:

— ¿Tu esposo nunca te tocó?

— ¡¿Cómo sabes eso?! — exclamó la rubia abriendo tremendos ojos.

El moreno sonrió levemente antes de enterarla:

— El Agente Leagan me lo confesó

La chica agachó nuevamente la cabeza y se oyó decir:

— Lo siento.

— No, no te disculpes, chiquita. Tarde o temprano me lo tenías que decir, ¿o no? —. Aquella tímida asintió. — ¿Hay algo más que quieras contarme?

La rubia diría:

— Sí, son dos cosas... una... el avisarte que... ya es hora de regresar a casa.

— Okay.

— Y la otra... quiero pedirte algo.

— ¿De qué se trata?

— Que me compruebes que no soy frígida.

— Candice, ¡no! — dijo él y se lo afirmó negando con la cabeza.

— ¿Por qué? — ella lo miró con lágrimas en los ojos.

— Porque no me corresponde a mí. ¡Eres una mujer casada! Perteneces a otro y, yo no sólo me he aprovechado de eso, sino que me he engañado ilusamente porque no eres libre para mí.

— ¡Por favor! Hazlo como despedida.

— No puedo, aunque quisiera, no puedo.

— Tú también me desprecias, tal como lo hizo él —; y sintiéndose nuevamente lastimada Candice se levantó para alejarse de su acompañante.

— No, nena, no es eso...

— ¡Sí, lo es! ¿Por qué crees que me mandó lejos? —. La víctima se auto contestaba: — Porque no quiere saber nada de mí. No le importo, ni le importaré.

Alistar se levantó, fue a su lado, la abrazó, y ella más insistía:

— Por eso es que te pido, que me hagas sentir que en verdad soy una mujer.

— Lo eres.

— Entonces, ¿por qué no quieres? — ella volvió a cuestionarlo girándose para quedar de frente a él quien dejó escapar el aire. Besándole la frente, la volvió a cobijar en sus brazos.

— Tú piensas que no quiero y que por eso se debe mi rechazo. Pues déjame decirte... que muero por hacerte mía; pero no podemos, y es por ti... porque no quiero que mañana que vuelvas a tu esposo te juzgue ¡peor! de lo que no te conoce. Más hay una manera donde sí puedo ayudarte y tú misma comprobarás el mal concepto en que te tienen.

Tomándola de la mano, él la llevó de vuelta al camastro.

Allá, la sentó; y él se acomodó detrás de ella dejándola en medio de sus piernas. Luego, levantó su cabellera, y con su nariz comenzó a acariciarle la nuca.

Candice percibía claramente el resuello del hombre, sintió le tomaba una mano y le decía quedamente muy cerca del oído:

— Quiero que cierres los ojos.

— Ya.

— ¿Qué estoy haciendo?

— Me acaricias y... ahora me besas.

— Bien... ahora quiero que te concentres y pienses...

— En ti — ella lo interrumpió y sonrió soñadora; pero no contaba con que...

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora