Capítulo 10 parte "a"

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NUEVA YORK, Martes 1 de Octubre/1996

Ya había transcurrido un mes desde que Candice dejara la gran manzana; y durante ese tiempo, no hubo día que Terrence dejara de buscarla.

A lo dicho por Patricia, la rubia Walker había montado una fundación sin fines lucrativos en defensa de la vida animal, uniéndose también a todas aquellas que había alrededor del globo terráqueo donde ella no sólo aportaba con su propio dinero, sino que se dedicaba a conseguir importantes donadores quienes se unieran a la misma lucha, siendo millones de dólares los que se invertían en la buena acción.

No obstante, la fémina, —al desaparecer y ésta vez con el apoyo, respaldo y protección de Leagan—, se aventuró a ir y a confrontarse con los enemigos.

De antemano, aquellos sabían que sería una lucha muy difícil de combatir, ya que día con día mientras protegían, en una parte a una específica especie, en otro lado se suscitaba otro hecho con otra, y así era sucesivamente.

Cuando Terrence finalmente la localizó, hubo sido exactamente el jueves 17 de octubre en Sidney, Australia.

Por supuesto, los abogados investigadores informaron al cliente interesado que en el grupo donde la señora Grandchester participaba, estaba en serios problemas legales y en una dura pelea por "proteger a la ballena yubarta" que entre los meses de junio y noviembre se ven precisamente por esos lugares.

Sin que la rubia lo supiera, el castaño contrató a un séquito de abogados y los mandó para que apoyaran a su esposa "voluntariamente".

Cuando los contratados llegaron a Candice, ésta claramente les expuso que no podía pagarles mucho, empero, "los voluntarios" lo aceptaron, ya que de hecho alguien cubría sus costosos honorarios.

Así era cada mes, haciéndosele llegar a Grandchester un reporte de actividades y avances; pero él estaba más interesado en las condiciones emocionales, físicas y de comportamiento de su esposa.

Algunos informes no eran muy alentadores, y él era informado de los trastornos que la rubia sufría en el momento que se perdía.

En otros datos informativos, Terry, al leerlos, sonreía y se sentía orgulloso de lo que los abogados describían: desde la garra, el coraje, la fiereza con que la joven defendía y protegía tanto a criaturas marinas como terrestres.

No obstante, había una cosa que a Terrence le preocupaba; y era que, en fotografías que le hacían llegar... la inocencia, la dulzura, la debilidad y la sensibilidad a flor de piel que Candice poseía, ya no eran parte de ella, sino que sus facciones eran duras y rígidas. Su cuerpo también era otro y hasta su mirada había perdido brillo.

Muchas veces, el castaño quiso ir a su encuentro; empero, los negocios se lo impedían.

Por ende, en lo que Candice decidía regresar, él sería paciente y aguardaría hasta ese día en que volviera a verla, además, que debía encubrirla con sus padres, por lo menos las veces que preguntaban —¿dónde estaba su hija?— ya que la rubia hacía todo bajo anonimato, exactamente como ellos, sus progenitores, lo habían hecho con ella toda la vida.

LOS ÁNGELES, CALIFORNIA, Viernes 13 de Junio/1997

Terrence Grandchester, a sus 27 años de edad, ya era un exitoso y reconocido hombre de negocios. En las reuniones mensuales con la mesa de directivos y donde su padre y suegro nunca podían faltar, se exponían los progresos, logros e ideas geniales con que aquél mantenía y hacía crecer a las empresas que estaban a su cargo.

Increíblemente ese día su rostro, —después de tantos meses—, se mostraba feliz, y eran dos hechos los que lo tenían así, uno: el nacimiento de su primogénito; y dos: finalmente la llegada de su esposa Candice a Nueva York que sería justo al día siguiente.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora