Capítulo 23 parte "c"

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Eran las 5 de la tarde cuando Richard y Terrence, vistiendo ambos muy ejecutivos, finalmente aparecieron en casa.

Instantes después de besar la frente de su madre, la cual alistaba la cena, el castaño fue en busca de su esposa e hijo, que a lo informado por Eleanor, después de la visita de su suegra, Candice ya no salió de la habitación.

Allá, Grandchester tocó suavemente la puerta y esperó por la contestación. Al no recibirla, ingresó a la recámara y cerró. Adentro se deshizo de su saco, se acercó al perchero y lo colgó sin apartar su vista de la cama donde yacía dormida su esposa abrazada a su bebé.

Sonriendo de la escena, él se quitó la corbata y zapatos, caminó hacia ellos, y con sigilo se acomodó a lado de ella, y donde primero le dio un beso en la mejilla derecha, y segundo estiró su mano para acariciar el rostro de su hijo.

Candice al sentir el calor masculino se despertó y se giró un poco para saludarlo:

— Hola —. Más de inmediato preguntaba a la visita: — ¿A qué hora llegaste?

Como respuesta, a la preguntona dieron un beso en los labios. Luego, corroboraban:

— Apenas hace unos minutos.

La rubia se cambió de posición para quedar de frente a él.

— Te fuiste y no me avisaste —, reprocharon mientras abrían unos botones de la camisa.

— Estabas dormida y no quise despertarte.

El castaño pasó su brazo derecho y dio un beso a la frente de su amada.

— ¿Cómo te fue?

La rubia puso su mano en el rostro varonil.

— Muy bien; ¿y a ti? — él la miró a los ojos.

— ¡De maravilla! – ella contestó feliz haciendo referencia al niño. Acto siguiente, compartía: — Vino mi madre a ver al bebé.

— ¿Sí? —, él jugueteó con un rizo.

— Ajá —, la rubia se escuchó indiferente.

— Y tu padre desea verte a ti — informó él tocando la punta de la nariz.

— ¿Cuándo? — Nina frunció el ceño.

— Hoy en la noche vienen a cenar — dijo Terry tallándole la frente para hacer desaparecer el gesto.

— Bueno, ¿y qué te dijo? —, la joven se arremolinó en sus brazos.

— Se molestó al principio, pero al final aceptó —, el castaño se acomodó la almohada.

— Yo no le dije nada a mamá — Candice confesó.

— ¿Por qué? —, él enderezó la cabeza y buscó la mirada de su esposa la cual haría la aclaración:

— No sé. Tal vez, porque, ¿quiero hablar con los dos? —, la rubia levantó la mirada.

— Me parece bien.

Terrence devolvió la cabeza a la almohada y sintió una pierna encima.

— Te extrañé — ella confesó, viendo el castaño la posición que su esposa tomaba.

— Yo también.

Con la aseveración, Candice buscó los labios de su esposo, los atrapó para envolverse en un beso, donde las caricias no se hicieron de menos, pero... unos ojitos divinos ya los miraba, y aquellos al percibirlos, tuvieron que dejar a lado sus juegos para ponerle toda su atención a él.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora