Capítulo 22 parte "b"

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Chart House Restaurant en Dobbs Ferry era ahora donde Neil Leagan, Candice y Terrence Grandchester estaban reunidos y probaban sus alimentos después de haber salido de las oficinas de Policía, quedando todo resuelto en el momento que la rubia Walker corroborara que las personas que le presentaron, eran precisamente las actoras involucradas en su expreso secuestro.

Ocupando una de las mesas con sombrilla con vista espectacular hacia el Río Hudson, el sonido de las breves olas que grandes embarcaciones producían cuando pasaban y la brisa fresca que corría, los hacía sentirse más relajados conforme degustaban, los hombres de sus licores y la rubia de un delicioso postre.

La conversación había sido ¡tan trivial! que hasta estaban comentando de dos blancos pelícanos desorientados que se habían parado sobre unas rocas cercanas en espera de su banquete, y entre ellos adivinaban quién era quién ya que los dos animales eran iguales.

Por ejemplo, Terrence decía:

— Son dos machos.

En cambio, Leagan:

— No, son dos hembras.

Hasta que, Candice, enteraba:

— Son macho y hembra.

— ¿Y cómo sabes? — preguntó Terrence, — ¡si son idénticos!

— El tamaño los diferencia — informó la esposa conocedora del medio ambiental.

— Y ¿qué tal si uno es chaparro? — dijo el payaso castaño haciendo que sólo Leagan riera con ganas de su chiste bobo, mientras que Candice le dedicaba un gesto muy parecido a... "ay no te pases"... pero Terrence, que estaba a su izquierda, se acercó para darle un rico beso a su mujer que no fue el único porque después de ahí... se fueron a casa.

. . .

En lo que Neil iba a la oficina por encargos de Terrence, en la habitación, Marie ayudaba a Candice a empacar sus pertenencias para el tan esperado viaje.

— Deja yo lo hago. Todavía tengo cosas que meter — pidió la rubia a la empleada cuando ésta intentaba cerrar la maleta.

— ¿Se te ofrece algo más? — preguntó Marie mirando a Walker, la cual iba saliendo de tomar una ducha.

— No, puedes retirarte. Gracias.

La joven caminó hacia el tocador, se sentó en el banquillo y tomó la loción para untárselo en las piernas.

— Bueno, cualquier cosa llámame — se ofreció la mujer.

— Está bien — se dijo. De pronto... — Marie — Candice la llamó en lo que aquella buscaba la salida.

— Dime — se respondió.

Walker hizo la señal de esperarse. Dejó lo que hacía y fue al encuentro de la servicial dama. Inesperadamente, la joven la abrazó con fuerza; le dio dos besos: uno en cada mejilla, logrando desconcertar a su empleada al decírsele:

— Gracias por todo lo que has hecho por mí.

— No tienes por qué. Ha sido un placer servirte.

Las dos mujeres sonrieron amigablemente y volvieron a unirse en un abrazo. De repente, se abrió la puerta de la habitación.

— ¿Se puede?

— Sí — contestó Candice liberando a Marie, la cual pedía:

— Con permiso

Castaño y rubia la observaron partir hasta que la puerta se cerró por fuera. Luego, estos dos se miraron y sonrieron preguntando Terrence:

— ¿Ya tienes todo listo?

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora