Capítulo 20 parte "a"

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NUEVA YORK, Jueves 6 de Noviembre /1997

... ¿cuánto vale tu esposa para ti?... Y ese... será el precio a pagar.

— ¡¿Quién eres?! ¡¿Qué quieres?! ¡¿Por qué haces esto?!

— Haces bastantes preguntas, amigo. Pero está bien... ya que quieres saber te lo diré. Sin embargo, primero quiero que le "DIGAS" —, remarcó la palabra el extorsionador, — a la policía que no se involucre en esto, porque en cualquier cosa que metan sus narices, husmeando donde no deben... ¡tu esposa la paga y se muere! — amenazaron sin miramiento.

El castaño tragó saliva. Un escalofrío, de arriba abajo, recorrió por su cuerpo y siguió escuchando:

... porque esto, será un asunto únicamente entre tú y yo, Grandchester... ¿estás de acuerdo?

Los agentes policíacos asintieron de inmediato a que dijera que sí.

— Está bien — aceptó el advertido, apretando fuertemente los puños por la impotencia y queriendo saber prontamente: — Sólo dime... ¿cómo está mi esposa?

— Ella está y estará bien mientras ¡TÚ! no hagas estupideces. Ahora, haz lo que te digo... ¡ORDÉNALES a los agentes que se larguen! —. Terrence miró a sus acompañantes. — Y cuando lo hayan hecho, levantarás el auricular para que sólo tú puedas oír la historia que estoy a punto de contarte.

Los agentes especiales, al oír la seria amenaza, buscaron la salida, no sin antes de darle señal de que estarían al tanto.

El castaño negó con la cabeza rechazando la ayuda, ya que no sería él quien pusiera en mayor peligro la vida de su esposa.

Los oficiales lo comprendieron y finalmente salieron. Al estar afuera, mientras cruzaban por el pasillo, uno de ellos, revisó el lugar, y se percató que la secretaria presidencial no estaba en su área de trabajo; además de que, desde que habían llegado, la actitud de ella, les había parecido muy sospechosa. Por ende, como los buenos perros sabuesos que eran, aguardaron un momento y curiosearon entre sus pertenencias.

Cuando la morena apareció, ésta observó: a un oficial leyendo su agenda de trabajo y el otro medio sentado recargado en el escritorio y analizando una fotografía.

La empleada, haciéndose de valor y con tono tímido, preguntaba:

— ¿Está todo bien, señores?

Los investigadores, al escucharla, se reincorporaron dejando sus respectivas actividades.

— Es lo que quisiéramos saber, señorita. ¿Está todo bien? — indagó inquisidoramente el Agente Jackson.

— No... — dijo la castaña interrumpiéndose debido a que se limpió la garganta y tuvo que decir prontamente por las miradas que cruzaron los agentes: — No entiendo.

— Yo creo que lo entiende a la perfección — habló López. — Ahora díganos... —, y un cuestionamiento sin gentil consideración, comenzaba: — ¿Quién es la persona que llamó? ¿Qué le dijo? ¿Por quién preguntó? ¿Cómo supo que estábamos aquí? Él ya lo sabía o... ¿quién se lo informó?

— Además... — era turno de Jackson el investigar: — ese paquete que le entregó a su jefe ¿de dónde viene? ¿Quién lo mandó? ¿Cuándo y a qué horas llegó?

— No lo sé — contestó nerviosamente la morena en el momento de verse rodeada por los dos hombres, los cuales la miraban sospechosa y desconfiadamente.

— ¿Está segura? — de nuevo Jackson la cuestionó. Aquella apenas respondió sintiéndose intimidada.

— Sí.

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