Capítulo 13 parte "a"

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NUEVA YORK, Sábado 19 de Julio /1997

En los años 70's, el Parque Bryant se había convertido en un peligroso refugio para los comerciantes de drogas, la prostitución y la gente sin hogar. Era ampliamente visto como un símbolo de decadencia para la Ciudad de Nueva York. Sin embargo, de 1979 a 1993, un programa coordinado de servicios, incluyendo mercado de libros, flores, cafeterías, mejoras de áreas verdes y entretenidas actividades, fueron el inicio para traer de nuevo a la vida a este parque. Hoy es uno de los tantos ejemplos restablecidos en la Gran Manzana y un espléndido lugar adonde ir a la hora del almuerzo, después de un día de trabajo o disfrutar simplemente del sol en el fin de semana.

Eso era lo que precisamente hacía Terrence.

Enseguida de haber extendido una manta sobre los pastos verdes, ahí puso el porta bebé de Gulyad. Éste dormía a su lado, conforme el castaño, —sentado con las piernas estiradas cruzadas y apoyado en su codo izquierdo—, leía un libro. Justo en ese instante le daba un trago a su bebida caliente.

A la distancia y parada a un lado de la estatua de William Cullen Bryant —un famoso periodista, editor, poeta americano y del cual se adjudicó el nombre a este parque—, Candice los observaba; y no negó que un temblor la invadió a pesar de que iba muy decidida a hablar con el castaño.

Haciéndose de valor, ella comenzó a andar para descender los primeros escalones. Acabados, caminó sobre un descanso largo habiendo esquivado a su paso, las mesas. Luego, volvió a descender otros cuatro peldaños; más al llegar al último de éstos y antes de pisar el Gran Césped, abruptamente la rubia detuvo su andar; y es que en ese momento, tres guapas mujeres, vistiendo todas ellas deportivamente, se pararon justo en frente de Terrence.

Mientras una se quedaba de pie hablando con él, que precisamente ya se estaba incorporando para saludarles adecuadamente, las otras dos se ponían de cuclillas para ver al angelito que tenía como acompañante.

Arqueando una ceja, Candice, desde su lugar, observaba la amabilidad con que él las trataba, ya que a cada una les había dejado un beso en la mejilla.

Una castaña, interesantemente no soltaba la mano del hombre; y éste tampoco se molestaba en liberarla, sonriendo ambos muy animada y amigablemente. Empero, la rubia frunció mayormente el ceño cuando otra de ellas: una morena de cabellos cortos y rizados, sacaba al pequeño de su porta bebé para cargarlo, tratarlo con verdadero amor y enseñarlo a la trigueña que tenía a lado.

Aprovechando que una mesa se desocupaba, Walker se sentó ahí. Sin dejar de observarlos, aguardó por unos 15 minutos; exactamente el tiempo en que aquellas individuas decidieron continuar su camino después de haberse despedido "cariñosamente".

Con la vereda nuevamente libre, la espectadora se puso de pie para finalmente dirigirse hacia sus dos hombres, y donde ya el castaño levantaba sus pertenencias dispuesto a retirarse.

En cuanto los pasos de Candice fueron acortándose, el nerviosismo le aumentaba. No sabía cómo le hablaría o lo primero que le diría y peor... la reacción que tendría su esposo para con ella.

Haciendo el menor de los ruidos, la mujer se acercó tímidamente. Aclarándose la garganta, llamó la atención de aquel hombre alto.

— Hola — ella saludó casi en un susurro.

Terrence la miró por encima de su hombro para terminar con lo suyo. Ni tantito sonriente de cómo lo había hecho con anterioridad, contestaba:

— Que tal.

— ¿Podemos hablar? — la recién llegada preguntó.

Ante una milagrosa y amable petición, el castaño se giró para quedar frente a ella y mirarla, aunque no directo a los ojos por las gafas oscuras que la rubia usaba.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora