Capítulo 14 parte "a"

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NUEVA YORK, Sábado 27 de Septiembre /1997

Después de haber trotado por más de cuatro millas y mientras se refrescaba debajo de la sombra de un árbol, sentada sobre los verdes pastos del Parque Kingsland Point de Sleepy Hollow... Candice observaba a breve distancia un faro y hasta el fondo el Puente Tappan Zee en dirección al norte.

Ahí, en lo que veía navegar los botes veleros, ella recordó que ese día, se cumplía un mes exacto en que Terrence y ella se convirtieran en amigos.

En ese lapso de tiempo, el castaño había sido muy gentil porque, siempre la invitaba a desayunar, cada tercer día a comer y una que otra vez... a cenar. Los fines de semana, imposibles de verse debido a que la rubia sabía que su esposo volaba hacia Los Ángeles para ver a...

— ¿Cómo se llama? — tontamente la rubia se preguntó a sí misma.

Consiguientemente, Nina hizo un gesto de recriminación, ya que hasta ese día comprendió que no sabía el nombre de su propio hijo.

De pronto, Candice volvió a recordar que Terrence, —el día de su aniversario— le había hecho una petición. La tarea hubo sido, el que le ayudara a buscar un nombre para el niño.

Soltando una palabra no muy decente, la rubia, en su propio enojo, en lugar de jalarse los cabellos por su torpeza, comenzó a tirar del pobre césped. De repente decía:

— Delsin Huritt... ¡ese es su nombre!

— ¿El nombre de quién? — preguntaron a espaldas de ella.

La soliloquia giró rápidamente la cabeza al reconocer aquella voz.

— Terrence, ¿qué haces aquí? — cuestionó entre azorada y emocionada.

— Buscándote — él respondió; y recargó su cuerpo en el tronco de aquel árbol.

— ¿No fuiste a Los Ángeles?

— No — fue la contestación en lo que él tiraba una piedra sobre las aguas de ese ancho y largo río.

— ¿Hay algún problema? — re cuestionó la rubia frente a una extraña actitud por parte del castaño.

— No, ninguno.

— El niño está bien, ¿verdad? – la femenina voz se escuchó con un tono de preocupación.

Con eso, Terrence movió la cabeza hacia ella y sonrió, sintiendo felicidad en su interior al hecho de que ella finalmente preguntaba por su hijo.

— Está en excelentes condiciones — él aseveró.

Al ver que la fémina pretendía levantarse, Grandchester se apresuró para estirar su mano y ayudarle.

— Gracias — apreció la rubia aceptando la mano extendida.

En una ágil acción, ella ya estaba de pie. Posteriormente, Candice caminó hacia unas barras de madera; ahí apoyó sus codos y miró primero hacia las aguas y después al horizonte. Pasados unos instantes:

— ¿Cómo se llama aquella área? — preguntó con curiosidad a su compañero señalando hacia el otro extremo del río.

— Aquello me parece es Nyack. ¿Te gustaría visitarlo? — invitó el castaño yéndose a parar a lado de ella.

La rubia giró hacia su derecha para preguntarle:

— ¿Qué tiene de interesante?

— Mmm — apenas exclamó el castaño y se encogió de hombros. — Honestamente no sabría decirte, porque nunca lo he visitado.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora