Capítulo 11 parte "a"

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NUEVA YORK, Miércoles 25 de Junio/1997

Vistiendo los simples pantalones de sus pijamas oscuras, acostado sobre su cama y con su bebé a lado, mientras lo observaba dormir, Terrence sostenía su manita y le dejaba ligeros besitos en ella.

Con la mano libre, el hombre se masajeó los ojos y las sienes para tratar de calmar su tensión y también intentar dormir; hecho que sería un fracaso, al estar interiormente él afectado por las palabras duras y llenas de odio con que Candice se hubo expresado hacia él.

Curiosamente él tampoco la culpaba, además, de que las situaciones por las que había o seguía pasando, explicaba el por qué del cambio en el carácter de ella, y más, en ese medio ambiente adonde se fuera a refugiar.

Con sumo cuidado, el castaño liberó la mano de su hijo para ponerse de pie. Tomándolo entre sus brazos lo llevó a su cuna, una que había instalado en su recámara desde el día que lo llevara a vivir a su lado.

Después de cobijarlo y correr el dosel de tul, Terrence, —conforme lo seguía observando dormir—, comenzó a recordar cómo ese pedacito de él, había llegado al mundo.

Flash Back

Al enterarse por el propio doctor Andrew de la situación penosa y lamentable de su esposa, Terrence se sintió fatal; y durante el tiempo que Candice estuvo desaparecida, ese lunes 2 de septiembre de 1996, él también estuvo analizando su problema con respecto a Susana, pero más de las palabras sin sentido de ésta al hacérsele fácil deshacerse de una indefensa criatura.

Pensando en una solución, Grandchester buscó a la anunciadora para proponerle lo siguiente, en lo que ocupaba el sillón individual de aquella sala en el departamento de Malone.

— Si es verdad que ese niño que esperas es mío... ¿cuánto quieres por él?

— No te entiendo — fingió inocencia la rubia ojo azul mientras se ataba la cinta de su bata y estaba parada en frente de él.

— Me entiendes a la perfección. Tu chantaje de abortarlo, sé que no fue en vano.

Acomodándose plácidamente en el sofá largo y quedando cerca de Terrence, Susana sonrió para elogiarlo seguidamente.

— ¡Me sorprende lo inteligente que eres!

— Y tú crees que es fácil insultarme.

— Bien — dijo ella dispuesta a indagar. — ¿Qué estás dispuesto a dar? —, Malone se enderezó para conocer una respuesta. No obstante, en lo que se arreglaba su corto camisón, auto contestaba: — Sí, sí... ya sé que matrimonio imposible.

— ¿Qué es lo que quieres entonces? — él quiso saber, mirándola seriamente conforme se recargaba en el respaldo y cruzaba una pierna listo para negociar.

— La televisora.

— Pides demasiado —, el castaño sonrió haciendo un gesto irónico.

— ¿Y tú no? Sé de buena fuente del problema de tu esposa; así que... o pones todas tus acciones a mi nombre, que por cierto han incrementado en un 200% —, al decirlo, los ojos de la trepadora brillaron; por consiguiente, volvía a amenazarlo: — o aborto al único hijo que podrías tener por tu necedad de seguir atado a tu mujer.

— No cabe duda que la naturaleza a veces se equivoca, porque hasta un animal tiene más sentido común hacia sus crías... que tú.

— No me insultes, Terrence, porque puedo cambiar de parecer en este momento y tu heredero desaparece —, ella, con su mano derecha, jugó en el aire.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora