Capítulo 10 parte "c"

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Nuevamente 25 de junio llegó; y con eso, el tercer aniversario del matrimonio Walker/Grandchester. Sin embargo, Terrence, —como lo hubiere dicho en la tarde anterior— abandonó su hogar muy de madrugada para volar a Seattle, Washington... confiando poder volver ese mismo día, y si tuviera un poquito de suerte, invitar a su esposa a cenar.

Por otro lado, Candice, —vistiendo su bata de dormir—, miraba su reflejo tras el espejo de cuerpo entero, y no podía apartar su vista de su persona; y es que la petición de Terrence, no sólo la había dejado desconcertada, sino que hasta el sueño le había quitado, y en lo que seguía en la cama pudo escuchar a lo lejos el ruido del motor del auto de su esposo que se alejaba, y ella encendió las luces para mirar la hora. Eran las 3 45 AM cuando Grandchester partió, y en ese momento la rubia decidió ponerse de pie.

De pronto y sin pensarlo dos veces, Nina buscó la salida de su habitación y encaminó sus pasos hacia la del pequeño, donde se sorprendió de ver también las luces encendidas.

Allá, ella tocó levemente la puerta y aguardó por breves segundos. Estaba por tomar la perilla cuando miró a la nana con el bebé en brazos.

— ¿Pasa algo malo? — Nina hubo preguntado de inmediato.

— Nada, mi lady. El bebé solamente tenía hambre.

— ¡Ah! — exclamó Candice.

— ¿Quiere hacerlo usted? — ofreció la nana invitándola a pasar.

— Yo... — la rubia tartamudeó. Consiguientemente de pasar saliva, confesaba: — No sé hacerlo.

— No se preocupe. Yo le indico cómo.

La visita miró a la nana. Ésta sonreía amablemente y le pedía ocupara el sillón que estaba a lado de la cuna.

Obediente, Candice fue a sentarse para tomar una manta suave bordada y ponerla en su regazo. Posteriormente, la cuidadora le mostró cómo poner su brazo para recibir al bebé. Con gran cuidado, se lo entregó al minuto siguiente; y a la rubia le tembló el corazón al sentir el calor de aquel pequeño ser. Pero también, lo miró por instantes, sonriendo la nana tiernamente en lo que sostenía el biberón en sus manos.

Al estirar una mano para recibir el alimento del niño y al levantar Candice su vista, la empleada pudo notar la humedad en los ojos verdes de la joven.

Sin esperar más indicación y con verdadero amor maternal, la imposibilitada metió el biberón en la pequeña boquita, quedándose observándolo todo el tiempo que el bebé tomó su leche, acariciándole su cabecita y hablándole muy quedamente.

Cuando la criatura terminó, la nana pidió enderezarlo. Previamente, colocó una manta en el femenino hombro para hacerlo eructar.

Al escucharlo, la rubia sonrió y lo besó. La nana se lo pidió para ponerlo sobre la cuna, pero Candice...

— ¿Puedo quedarme... con él?

— Si es su deseo — respondieron.

Con ello, la rubia movió la cabeza en señal de sí; además solicitaba:

— Sólo... no lo comente con nadie... por favor.

— Por supuesto, mi lady.

Y desde ese instante, Walker no se apartó de la criatura. Ayudada por la encargada, se lo llevó a su habitación, lo acomodó sobre la cama, se acostó a su lado y se dedicó a observarlo; más nunca en todo ese tiempo, Candice se permitió analizar las pequeñas facciones ni pensar en unos padres... sólo quería admirar lo perfecto que era el bebé. Luego de unos minutos pasados, a la rubia comenzaba a vencerle el sueño, pero se despertaba sobresaltada por temor de quedarse dormida y causarle daño a la criatura.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora