Capítulo 8 parte "c"

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Despedido el moreno, en cuanto el matrimonio se vio solo y en lo que la joven se conducía a su recámara muy quitada de la pena, antes de que ingresara ahí...

— Candice, espera — la llamó el castaño a sus espaldas.

— Dime —, ella se giró y aguardó a que él se acercara.

Una vez que Terrence cortara la distancia, la miró fijamente a los ojos, pudiendo la rubia percibir claramente su molestia.

— ¿Qué tan lejos ha llegado tu relación con él? — fue la directa cuestión de él; y ella sonriendo con altanería, diría:

— ¡Qué pregunta! La misma distancia que tú has recorrido con tu "amiga"

El castaño, ante esa respuesta, sintió un cubetazo de agua fría que al segundo se le evaporizó.

La rubia tuvo que retroceder, ya que la mirada que su esposo le dedicaba y por la manera en como vio que apretó los puños, sintió que la atacaría, pero le falló; y es que Terrence se contuvo, más no de recorrerla despectivamente con la mirada. Guardando también su insultante comentario que tenía destinado para ella, él optó por alejarse.

La joven, en cuanto lo vio partir, finalmente tragó saliva, y rápidamente ingresó a su habitación cerrando por dentro y antes de que su esposo se arrepintiera y llevara a cabo su acción. Más, a la mañana siguiente mientras era transportada a la oficina:

— ¿Qué le dijiste anoche a Grandchester?

— ¿Decirle de qué? — contestó la rubia "inocentemente" en lo que se quitaba una pelusa imaginaria de su falda.

Neil la miró recriminador por el retrovisor enterándola...

— Fue a mi habitación para reclamarme —, el que la hacía de chofer esa mañana se sobó la mandíbula.

La rubia saltó sorprendida sobre su asiento.

— ¡¿Que te qué?! — preguntó casi soltándose a carcajadas.

— Te parece muy gracioso, ¿no? — la reprendió el trigueño. — ¡Estaba hecho un energúmeno, Candice!

— ¡Ay! ni una bromita aguanta — dijo ella encogiéndose de hombros y riéndose. De pronto, se ponía sería para indagar: — ¡No me echaste de cabeza, ¿verdad?!

Ahora el que reía era Leagan por la cara de tensión y susto de la rubia.

— ¡Por supuesto que no!... pero a cambio me dio un segundo derechazo... que hasta el aire me sacó.

Frente al gesto del trigueño, los dos cómplices se unieron en carcajadas; y conforme llegaban a su destino, Candice confió a su guardia todo lo sucedido en la noche anterior, ya que éste no se enteró de la visita del ingeniero porque había salido por ser su día de descanso.

No obstante, la cosa no terminó ahí, porque ese lunes 19 de agosto, era día de ovulación, y también era medio día cuando la rubia, como costumbre, ingresó sin anunciarse a la oficina de su marido.

— ¡Vaya! — expresó mofante. — Es la primera vez que entro a tu oficina y no veo a tu amiga alrededor — dijo ella con fingida sorpresa y buscando algo.

Terrence, —el cual estaba muy entretenido en frente del computador—, levantó los ojos y la miró con el ceño fruncido.

— Y a mí me va a sorprender el día que te dignes a llamar la puerta — él devolvió el sarcasmo volviendo a poner sus ojos en el ordenador.

— ¡UY! Creo que hoy mi "maridito" no está de buen humor que digamos, ¿verdad?

El castaño volvió a mirarla con gesto muy molesto.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora