Gracias a que tenía todas las comodidades en casa, Candice no tuvo necesidad de salir y buscarlas afuera. En compañía de Neil, practicaba deportes o se pasaba largas horas en la alberca simplemente descansando o leyendo.
Cuando estaba al pendiente de su trabajo, ella comenzaba a caminar por los jardines con teléfono en mano mientras los atendía. Y si había necesidad de consultar algo, aprovechaba la ausencia de su esposo y se metía al despacho.
Nina ya llevaba así una semana, donde tampoco se había tomado la molestia de llamar a sus padres e informarles que estaba de vuelta en Nueva York.
Por supuesto, ella también evitaba a toda costa toparse con Grandchester; hombre al que ya se le había bajado lo hinchado del labio y desaparecido lo morado debido al golpe previo.
A pesar de sus encierros, había algo que tenía a Candice inquieta; y era justamente la presencia de ese pequeño ser en su casa, y más, en ese domingo 22 de junio.
Parada en el balcón de su recámara y aprovechando un poco de sol, ella miraba hacia una parte del jardín, específicamente a una mesa con sombrilla donde estaba la nana cuidando al pequeño. En ese momento vio llegar a Terrence y cómo levantaba del moisés a su primogénito, no pasando desapercibidas para Candice las muestras amorosas que él hacía a su engendro.
En un movimiento, el castaño quedó de frente hacia donde estaba su esposa. Ésta vio que, en el instante que él decía algo al bebé, señalaba hacia ella.
Obviamente, Walker irguió su cuerpo. Pujando irónica y de mirada altanera, se dio la media vuelta y se metió a su habitación.
Grandchester, —al ver la reacción de aquella—, sacudió la cabeza y siguió contemplando a su hermoso hijo de escasos cabellos rubios, aunque el color de sus ojos no se definía todavía.
Para las tres de la tarde, Candice recibió a Marie que le llevaba un recado consistente en:
— Terrence manda a preguntar si bajarás a comer hoy
La rubia, estando sentada al pie de la cama y recortando hojas de revistas, dejó de hacer lo que hacía para mirar a su empleada. Haciendo un gesto intrigante, diría:
— Sí. Sólo dame unos minutos.
— Bien.
— Oye, Marie — Candice detuvo a la empleada que se giraba para partir.
— Dime.
— ¿Cuándo trajo Terrence al niño?
— Exactamente el día que tú llegaste.
— Gracias. Bajo en un momento
La servidora salió de la habitación, y la rubia se puso de pie. Dejó todo como estaba para dedicarse a vestir en unos cómodos pantalones de lino y top en tirantes.
Ulteriormente, Candice abandonó su recámara para encontrarse en la sala con el castaño a quien de nueva cuenta encontraba sosteniendo al bebé en brazos.
Ignorándolos, la mujer se pasó de largo para dirigirse al comedor.
Habiéndola visto, Terrence devolvió el niño a la nana, y ésta lo llevó a su habitación en lo que el castaño iba a reunirse con su esposa.
Ocupando cada uno sus respectivos lugares y conforme les servían, ambos se miraban uno a otro, y no hablaron hasta que los dejaron solos.
— ¿Cómo le hiciste para que la madre de tu hijo te lo entregara? — ella rompió el silencio.
— No hice nada.
— ¡¿Nada?! No te creo — dijo ella sonriendo sarcásticamente.
— Entonces, no me creas — respondió él. En cambio, Nina ¿se interesaba?:
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Castillo de Mentiras
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO. Sin saber que uno ni otro existía, la engañosa conveniencia los obligará a estar juntos, aprendiendo los dos en el trayecto a soportarse, y quizá con e...