Capítulo 17 parte "b"

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De las compactas habitaciones, Candice elegiría la de la derecha, siendo ella misma la primera en ingresar por la escotilla. Mientras se hacía hacia atrás en espera de que Terrence hiciera su entrada, por la limitación del espacio, ella no calculó su distancia y cayó sentada en el camastro.

Grandchester sonrió del nerviosismo obvio de su esposa; sin embargo, él también estaba en la misma situación. Se sentía como si esa fuera su primera vez porque al extender su mano a la rubia para ponerla de pie, le decía:

— Como no me gustaría ser demandado por pervertir a los peces... —, ambos sonrieron, prosiguiendo el castaño... — ¿no te importa... hacerlo allá?

Los ojos azules de él indicaron pícaramente la litera de arriba y que pendía de unos ganchos.

— ¿Nos aguantará? — preguntó la rubia, ya que más valía estar segura y no porque la idea fuera mala.

— Si no probamos... no sabremos — hubo sido la respuesta de él.

Conforme Candice sonreía, Terrence bajaba la bendita cama. Y en cuanto el ocurrente terminó con su actividad, se giró a ella para decirle en un encantador tono seductor:

— Ahora sí... ¿en qué estábamos?

El castaño la tomó de la cintura para atraerla hacia él, quien iría en busca de la pequeña boca femenina para envolverse nuevamente en un beso que inició siendo gentil y delicado al estar empleando solamente los labios.

No obstante, un juguetón músculo exigió más a su intercambiador de besos; y éste, ante la exigencia solicitada, no le quedó de otra más que complacer y besar incansablemente a la demandante, haciéndola encender en cuestión de segundos y por supuesto, sus jadeos excitantes abundaron en el lugar.

Lo malo fue que, en lo que la petición se alargaba, el aire en los pulmones de la rubia ya empezaba a cortarse ¡y cómo batalló! para zafarse de una hambrienta y succionadora boca que le había atrapado la lengua, la torturaba y no quería dejar de saciarse.

Pero como también el "deseo" de él comenzaba a notarse, lenta y sutilmente fue bajando la intensidad de sus besos para también recuperar el oxígeno necesario y seguir con lo siguiente.

Separándose un poco del cuerpo de ella y sin dejar de besarse, Terrence deslizó sus manos hacia el frente de la cintura femenina y jaló de la jareta que sujetaba aquellos pantalones sedosos. La prenda sin obstáculo alguno en un santiamén... cayó al suelo.

Por su parte... Candice, al haber sentido los dedos del castaño rozándole la piel en busca de las cintas atadas, no sólo había respingado ante su toque, sino que también ya había colado sus manos por debajo de la camiseta de Terrence a quien obligó despegar su boca para que ella sacara la prenda por arriba de la cabeza.

Por instantes, se miraron, notándose en el brillo de sus ojos el deseo desarrollado interiormente.

De nuevo, Grandchester la tomó por la cintura; y cual ligera pluma, la cargó para subirla y sentarla sobre la colchoneta de la litera.

Con el movimiento, se percataron que la futura mujer no llevaba prenda alguna por debajo, ahorrándole así con ello un esfuerzo menos.

Candice percibió la lujuria que centelleó en la mirada profunda y azul de su esposo quien no dejaba de observarla.

Walker pasó saliva en el momento que Grandchester comenzó a bajar su vista para posarse en el asunto más interesante de aquel cuerpo que tenía en frente.

Por lo mismo, Terrence colocó sus manos en las rodillas de la rubia. Ésta cerró rápidamente los ojos al comenzar el castaño a deslizar sus grandes y suaves manos en la parte superior de los muslos delgados y a la vez torneados de Candice. Al llegar a la mitad, fueron descendiendo a los lados y se colaron por debajo de los glúteos de la joven.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora