Capítulo 20 parte "b"

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Con la noticia dada, el castaño sintió un balde de agua fría, primero de lamentación, y segundo por el peligro que su esposa corría en poder de ese desquiciado que la tenía.

Por ende, y lentamente, él fue bajando la mano con la que sostenía el teléfono, y con la otra se talló la cara. Seguido, se rascó la cabeza con angustia ante la escasa probabilidad de recuperar sana a la rubia. Pero el corazón se le aceleró aún más al optar por seguir revisando los papeles, y al último encontró fotografías de la rubia ojo azul.

En el varonil rostro apareció un gesto de horror y volvió a levantar el teléfono para decir en tono fracasado y derrotado:

— Lo siento.

— ¿De verdad lo sientes? — lo cuestionaron en otro tono de voz.

— Sí — dijo el castaño sincero.

— No te creo — volvió el sarcasmo por parte del hostigador. — ¿Sabes por qué?

No hubo pronta respuesta por parte de Terrence debido a que lo acusarían directamente:

¡Porque tú la mataste!

— ¡Eso no es cierto! — hubo sido la defensa de Grandchester. — ¡Yo no tuve nada que ver con su muerte!

— ¡Sí, tú lo hiciste en el momento que la pusiste en prisión sin importarte que esa mujer te había dado un hijo!

— ¡UN HIJO QUE ELLA MATÓ!

— ¡Pero mató por tu culpa!

Con esto último dicho, la pobre de Candice lloró y gritó aterrada, ya que no sólo le habían mostrado las mismas fotografías que su esposo revisaba, sino que su secuestrador, cuando alteró la voz, la había encañonado y jalado el martillo de la pistola, escuchándolo todo Terrence que lo que nunca, suplicaba con devoción:

— ¡Charlie, por favor, no le hagas nada! ¡Pide lo que quieras, pero por favor, no la lastimes!

Está bien — acordó el maleante como si nada y bajó su arma, haciendo que por el otro de la línea a Grandchester le volviera, por instantes, el alma al cuerpo, pero aún así: — Me gusta que me supliques, pero veamos que tanto aguantas.

Con la nueva mofa, Terrence resopló para tratar de mantener serenidad, aunque por dentro ya se había jurado que ¡en cuanto lo tuviera cerca...!

— Una vez más te pregunto, ¿qué es lo que quieres? ¿Qué pretendes con esto?

— ¿Qué estaría bien? — cuestionaron. — Te parece... ¿la vida de tu mujercita por la de Susana?

— ¡Por supuesto no!

— ¿Entonces?

— ¡Tú sabes que eso es imposible!

— ¿Y cómo intentas llegar a un acuerdo?

El castaño, en su breve espacio, caminaba de un lado para otro y respondía:

— ¡Debe haber algún otro modo!

— No lo creo — dijeron.

Siendo así, Terrence cambiaba la estrategia.

— Sí, Charlie, sí lo crees, porque tú, en verdad no quieres hacerle daño a mi esposa, sino que quieres vengarte de mí, tal vez porque ¿Susana me prefirió? Pues bien; ¿qué te parece si hacemos un cambio? Yo, por la mujer que tienes a lado.

— ¿Y a ti para qué te quiero, si con tu mujer me la puedo pasar mucho mejor?

Con eso, el castaño tembló de pies a cabeza por la rabia contenida; sin embargo, sabía que no podía perder precisamente la cabeza; y haciéndose de autocontrol diría:

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora