Capítulo 21 parte "b"

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Gracias a la pronta intervención del grupo de rescatistas y al mismo Terrence quien hubo hecho un esfuerzo extra humano en alcanzar a su esposa, y que para que no se hundiera más, la había tomado por los cabellos e impulsó hacia arriba... estos dos salvaron sus vidas.

Mientras hombre y mujer, cada uno en diferentes ambulancias, cambiaba sus mudas mojadas por ropas secas y era atendido médicamente... afuera, Neil Leagan era liberado de sus esposas al encontrarle entre sus pertenencias la placa que lo identificaba como guardaespaldas privado de la rubia Walker, además de que había rendido declaración de los hechos suscitados, devolviéndole con ello su preciada 9 Milímetros.

Sobándose las muñecas, el trigueño pidió a los forenses detener la camilla donde llevaban el cuerpo inerte del secuestrador. Previo a descubrir su rostro, Neil escuchó con atención las causas de la muerte.

— Tiene cuatro perforaciones en principales partes del cuerpo y una de ellas, atravesó el corazón.

En ese momento que informaban a Leagan, a sus espaldas, Terrence apareció abrigado en una afelpada cobija. Sin pedir permiso, se acercó al cuerpo y abrió la bolsa que lo contenía.

Los ojos de Grandchester no podían creer lo que veían. Con azoro, giró su cabeza rápidamente hacia Neil. Éste cortó la distancia para mirar lo que le mostraban, diciendo el castaño con verdadero aturdimiento:

— No... no entiendo.

Leagan expulsó aire de sus pulmones. Luego, se llevó una mano a la cabeza también en señal de turbación, empero, los médicos forenses debían continuar con su labor. Terrence, comprendiéndolo, dio una indicación con su mano de que prosiguieran su camino.

Mirándose mutuamente y con desconcierto, ambos hombres se recargaron en una patrulla. Por minutos se mantuvieron en silencio; hasta que un agente llamaba al castaño.

— Señor Grandchester.

El nombrado abandonó su posición para decir:

— Oficial.

— A consideración por el trauma que tanto usted como su señora esposa están atravesando en estos momentos, dejaremos pendientes las declaraciones de ambos por el día de hoy; pero mañana, por favor y sin falta, los estaremos esperando en nuestras oficinas. ¿Está de acuerdo?

— Sí, claro.

— Aunque lamento no decir lo mismo para usted, señor Leagan, pero debe acompañarnos.

— No tengo problema alguno. Sólo me gustaría escoltar a los señores primero hasta su casa.

— Por supuesto. También nosotros lo haremos.

— Gracias — apreció Neil y...

— Con permiso — se escuchó por parte de Terrence al percatarse que las puertas de la ambulancia donde estaba su esposa eran abiertas.

Un paramédico salía para ayudarle a la rubia a descender. Sin embargo, el castaño apresuró sus pasos y fue al encuentro de su amada mujer.

Candice, en el momento que puso pie sobre tierra firme, no dudó en correr para arrojarse a los brazos de su esposo y empezar a llorar ¡junto con él! porque el pinche sustito metido a ambos... no era para menos.

— Ya pasó todo, linda — dijo Terrence, envolviéndola en la cobija y tratando de consolarla conforme la abrazaba fuertemente contra su pecho y besaba la cabellera rubia.

Candice enderezó la cabeza; y sin importarle los ahí presentes, tomó el rostro de su castaño esposo y comenzó a besarlo con verdadera necesidad.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora