Capítulo EPÍLOGO parte "a"

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Y, con esto, yo concluyo.

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Increíblemente, hoy es lunes 8 de marzo de 2010, y estoy cumpliendo la edad de 35 años.

WOW! ¡35 años!

... y yo me pregunto... ¿cómo es que he llegado hasta aquí, cuando recuerdo que apenas ayer celebraba mi cuarto aniversario de casada?

¡Es simplemente sorprendente!

... así también como ha sido mi vida a lado de mi esposo, que no es por alardear, pero a sus 40 años ¡está mejor que nunca! porque si pensaba que de joven me enamoró con su carisma, el adulto lleno de cualidades estupendas que es hoy ¡me tiene tontamente embobada!

... y es que, en lo que van pasando los días y los años, descubro en él algo sumamente nuevo e interesante. He aquí, un claro ejemplo de que tan sólo de pensar en él, no puedo evitar arrojar los suspiros que se acumulan en mi interior, y escribo y confieso una vez más ¡cuánto lo amo!

... y espero que la promesa que le hice, la esté yo cumpliendo al pie de la letra conforme han transcurrido estos cercanos 16 años de vivir junto a él; donde los cuales, aseguro ¡han sido los mejores de mi vida!... Bueno, aunque también debo ser honesta y decir que como todo, hemos tenido nuestros altibajos. Más, gracias a la siempre madurez de él, nuestros disgustos no superan los cinco minutos.

... y ahí es cuando extiendo las gracias a mis padres por haberlo elegido para mí, porque de haberlo hecho por mí misma, no sé si hubiese corrido con la misma suerte, ya que de sólo pensar en aquella flaca escuálida que era, mi timidez, mis "rarezas" como las llamaba mi marido, considero que nunca hubiera salido de esa esfera de cristal que mis adorados progenitores construyeron a mi alrededor ¡ah! y sin olvidar por supuesto su castillo donde crecí. Eso hubiera sido el acabose de mi existencia.

¡Qué recuerdos tan tristes por los que pasamos él y yo! De sólo... no, no, no, ¿para qué evocarlos al presente si allá, en el pasado donde están, se ven mejor? Además, mi finalidad de escribir es para compartir lo que ha sido de nosotros a lo largo de este tiempo; y comenzaré con decir que...

Sí, sí me costó mucho trabajo el embarazarme. ¿Cuánto?

Por cuatro años; y a pesar de la paciencia, el cariño, las atenciones que recibía por parte de mi esposo, no veíamos esperanza alguna.

... lo peor fue que, mi paranoia me llevó a un punto, donde comencé a creer que lo mejor sería ¡separarnos! dejándole así, a él, el camino libre para que buscara y realizara con alguien más la familia que tanto deseaba.

... por supuesto, mi esposo no sólo me jaló de las orejas por haber dicho semejante disparate en su presencia, sino que me dio una cátedra de regaños que ¡para qué contar!

... y esa ha sido de las pocas veces que mi amorcito se ha enojado seriamente conmigo; bueno, la otra que también recuerdo claramente fue cuando, por descuido mío, se cayó Gulyad, haciendo Terry hincapié que por eso no teníamos hijos, porque si mis padres no tuvieron tiempo para cuidarme a mí, mucho menos yo sabría cómo vigilar a los míos.

... lógico, me dolió su fuerte llamado de atención en aquella ocasión, pero luego de disculparse él, yo aproveché para corregir también mi error, porque fue justa su razón por haber actuado así, ya que en la frente del niño, ese accidente se convirtió... en su primera cicatriz.

... lo malo fue que desde ese momento, me hice aún más sobre protectora con mi bebé; cosa que también me acarreó problemas porque, un asunto era cuidarlo y la otra, que yo exageraba, ya que cada movimiento que mi hijo hacía, estaba yo siempre detrás de él y muchas veces... bueno, corrijo, todo el tiempo, optaba en hacer las cosas por él. ¡Claro! Mi papá Terry volvió a disciplinarme, y no iba tan lejos en busca de ejemplos, porque... ¡yo estaba siempre a primera mano!

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora