Capítulo 6 parte "a"

1K 153 64
                                    

NUEVA YORK, Sábado 22 de Junio/1996

El elegante salón de Whitby Castle en el Country Club de Rye fue el lugar perfecto que los padres Walker/Grandchester eligieron para celebrar a sus hijos en su segundo aniversario.

A simple vista, se podía admirar que los progenitores de los festejados no escatimaron en gastos en el decorado y buffet. Pero en lo que los invitados empezaban a llegar...

En la mansión de Tarrytown, un hombre, —vistiendo completamente en negro como era su personalidad, más sus gafas oscuras—, caminaba en dirección hacia Candice, a quien se le veía en la cancha de tenis practicando un poco de este deporte.

— Pensé que ya estarías lista para la fiesta — el varón cuestionó en cuanto estuvo cerca.

La rubia, —estando a punto de hacer un saque—, se interrumpió para mirarlo en breve y responderle con cierta molestia:

— ¡Cómo si tuviera ánimos para estúpidas reuniones sociales!

Consiguientemente de la ruda contestación, finalmente ella ejecutó el servicio yendo la pelota a caer en el otro extremo de la cancha y rebotar en la malla metálica.

— Entonces, ¿no te presentarás? — el hombre volvió a cuestionarla.

Aquella, —acercándosele, y en su paso entregándole la raqueta, diría con fastidio:

— ¡De buena gana no!

La rubia tomó una toalla de una mesa y se secó el rostro.

Detrás de ellos, otro personaje, vistiendo ya elegantemente un traje en color caqui —ideal para el verano— se aproximaba.

El acompañante de la rubia, —después de guardar el equipo de tenis en su respectivo estuche—, se alejó en cuanto lo vio llegar.

— ¿Ya estás lista? — se preguntó con claro sarcasmo.

— ¡Claro! Sólo estaba esperando a que me dieras el visto bueno. ¿Qué te parece mi atuendo? Genial para la ocasión, ¿no lo crees? — hubo respondido ella con la misma ironía.

El recién llegado no dudó en recorrerla de pies a cabeza conforme la joven de 21 años, con mofa, se giraba sobre su eje para modelarle su ropa deportiva que constaba de short/falda y blusa sport sin mangas, tenis, una banda sobre la frente y su cabello atado en media coleta.

Previo a contestarle, Terrence arrojó un fingido suspiro enamorado.

— Sí — él afirmó. — Se te ve muy bien.

— Gracias; no podía esperar mejor complemento de tu parte — contestó una sardónica Candice para luego tomar un poco de agua.

— Entonces... ¿nos vamos? — dijo el castaño ofreciéndole el brazo y a punto de echarse a reír en el momento que recibiera la mirada fulminante de su esposa la cual aseveraba:

— ¿Contigo?... ¡ni a la esquina! Así que... ¿por qué no te adelantas y de paso me saludas a los invitados?... porque yo no tengo prisa.

— Se te olvida que debemos llegar juntos, "amada mía".

— Juntos, pero no revueltos, "adorado esposo".

Con sus respectivos dichos, aquellos se miraron como dos verdaderos combatientes y sin amedrentarse el uno del otro.

— ¡Me encantas cuando te enojas! — afirmó el castaño haciendo un gesto como si ya estuviera saboreándose algo.

— Y yo... ¡te detesto por ser tan cínico!

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora