Capítulo 18 parte "a"

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JACKSONVILLE, FLORIDA, Domingo 2 de Noviembre /1997

Casi tres horas habían pasado desde que dejaron atrás a Alistar. Y en todo ese tiempo, el matrimonio Walker/Grandchester permaneció en completo silencio. Así lo seguían haciendo conforme aguardaban a que el empleado de aquella estación de gasolina donde estaban parados, terminara de llenar el tanque y un servicio extra que le hacía al vehículo.

Los ojos de Candice estaban fijos en el joven aquel de overol en color rojo, y observaba como éste limpiaba los parabrisas; mientras que Terrence veía por el espejo retrovisor de su lado izquierdo a otro auto que se estacionaba detrás de ellos.

En eso, nuestros protagonistas vieron al trabajador terminar con su labor y correr rápidamente a quitar la manguera. Luego, extrajo la tarjeta de crédito; y junto con el ticket de pago, los devolvió a su dueño que en conjunto con un —gracias— le dio su propina por la atención brindada.

En cuestión de segundos, el castaño puso el auto de nuevo en marcha; y buscó la salida de ese lugar para retomar la autopista y continuar con su estresante recorrido.

Quince minutos les tomó en alcanzar la ruta principal. Al estar ya en la carretera, gracias al pesado tráfico por el próximo crucero de líneas interestatales, la velocidad del auto se redujo hasta que llegó a un punto casi a vuelta de rueda, lo cual, la rubia lo aprovechó para hablar finalmente:

— Terrence.

El castaño levantó una ceja; y por instantes, miró de reojo a su co piloto.

— Lo siento — dijo ella apenada y manteniendo la cabeza agachada.

— Está bien — respondió él como no queriendo darle mayor importancia al asunto.

— No, no está bien —; la rubia le llevó la contraria; y giró la cabeza hacia su izquierda para mirarle. — Yo... yo no quise decir eso, de verdad — hubo sido su arrepentida disculpa.

— ¿No? — inquirió el hombre y pujó con su clásico tono sarcástico. — Pues lo dijiste... y lo dejaste muy claro — él aseveró sin despegar los ojos del frente ni las manos del volante.

Por su parte, Candice bajaba nuevamente la mirada para observar sus propias manos que las jugueteaba nerviosamente sobre su regazo.

— Lo sé, pero...

Terrence la interrumpiría para informarle de forma tajante:

— Te daré el divorcio.

La mujer saltó en su asiento para mirarlo con ojos desorbitantes y expresar un:

— ¡¿Cómo?!

— Sí, creo que será lo mejor —; el castaño hubo corroborado lo dicho; y ella incrédula diría:

— No estás hablando en serio, ¿verdad?

El guapo hombre giró la cabeza hacia su derecha para dedicarle una mirada y decirle simplemente ante su rostro lleno de sorpresa:

— ¿Tú qué crees?

— No — dijo la rubia con firmeza.

— No ¿qué? — replicó Grandchester volviendo sus ojos al camino. Puso su codo izquierdo en el borde de la puerta y tamborileó los dedos en el cristal.

— No quiero — fue ahora la necedad por parte de ella.

— Ahora sí que no te entiendo — hubo dicho el castaño. Con su dedo índice izquierdo, primero se rascó la ceja más cercana; luego apoyó su sien en él. — No quieres que Alistar se case y no quieres el divorcio — el hombre bajó su brazo y lo descansó en el borde angosto. — Entonces, dime... ¿qué es lo que quieres, Candice? — él preguntó en un modo en verdad relajante, como si la estuviera analizando, pero enfocado en el manejo.

Castillo de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora