MÍA.
Miré a Justin a los ojos por largos segundos, sin poder tragar y al parecer él tampoco. Estaba apoyado sobre la moto y yo frente a él, ambos en silencio.
-¿Sí qué? ¿Si caerá solo? ¿O sí, tengo razón en que no caerá solo? –pregunté con temor a su respuesta.
-Tienes razón, no caerá solo –desvió la mirada-. Todos saben que tengo tanto que ver en esas carreras como Derek.
-Él las organiza, él se lleva todo el dinero, él debería llevarse las consecuencias –bufé molesta.
-No –negó con la cabeza y volvió a mirarme a los ojos-. El dinero de las carreras cuando no soy yo quien corre es veinte por ciento para el ganador de la carrera, cuarenta Derek y cuarenta yo, y cuando soy yo quien corre y quien gana es cincuenta y cincuenta .
-¿Y por qué? Si el negocio es de él –fruncí las cejas.
-Porque cuando Derek comenzó con el negocio de las carreras jamás le fue tan bien hasta que llegué yo, entre los corredores comenzó a rumorearse que nadie podía vencerme y todos querían correr conmigo para demostrar lo contrario, hasta el día de hoy existen las revanchas –bufó una leve sonrisa-. Por eso Derek me ofreció la mitad de todo a cambio de que no me retirara de las carreras, por eso me ayudó a conseguir mi auto, por eso me ofreció entrar a lo de las drogas, en fin –suspiró.
-Entiendo –asentí y él bajó la mirada, yo me acerqué más y agarré su mentón, obligándolo a que me mirada a los ojos-. No te estoy reprochando nada, jamás lo haré, te conocí así, tú tuviste tus razones para entrar en todo esto, no soy quien para juzgarte, te quiero así.
-No estoy seguro de querer que me quieras así, esto no es lo que mereces –negó con la cabeza y me acerqué a besarlo.
-Eres mucho más que carreras ilegales o venta de drogas, eres maravilloso, eres mi Justin –sonreí levemente-. La decisión de si quiero un Justin así para mi vida es mía, ¿ok?
-Y tú eres mi Mía, mía mía –rió-. Y no quiero arruinar tu vida, no quiero llenarte de mis problemas.
-No tomes decisiones por mí, jamás –volví a besarlo.
-Creo que debemos irnos, es tarde, ¿qué dijiste en casa para salir? –preguntó mientras rodeaba mi cintura con sus brazos y quedábamos frente a frente.
-Nada, no quiero irme, vamos a tu departamento, me iré por la mañana, ¿puede ser?
-Claro que puede ser –sonrió, aún estaba desanimado, podía notarlo en su mirada.
No tardamos en llegar hasta su departamento, eran cerca de las 3 de la madrugada y Ryan aún no llegaba. Justin lo llamó para asegurarse de que estaba bien, luego buscó en la cocina algo de comer y nos fuimos a su habitación. Justin me entregó una de sus camisetas gigantes y me cambié mientras él fue al baño, me metí bajo las sábanas y cerré los ojos mientras me acurrucaba en un costado de la cama. Él no tardó en llegar a mi lado y abrazarme mientras me daba un beso en la mejilla, soltó un gran suspiro y todo fue silencio por varios minutos. Me voltee para mirarlo, tenía los ojos cerrados pero yo sabía que no estaba durmiendo, así que lo besé y él no dudó en responderme el beso y aceptarme entre sus brazos cuando mi cuerpo estaba pegado al suyo. El beso no tardó en intensificarse mientras mis manos recorrían su abdomen descubierto, todo dentro de mí estaba volviéndose loco en esos momentos.
-No hagas esto –me dijo casi suplicando mientras su boca no se despegaba de la mía.
-¿Hacer qué? –me alejé para mirarlo y él rió cerrando sus ojos.
-Quiero respetarte, siempre, pero no soy de fierro –sonrió, aún con sus ojos cerrados-. Deberías dormir.
-Lo siento –suspiré.
-No lo sientas –abrió sus ojos y sonrió-. No he dicho nada malo, ni tu tampoco haces nada malo, solo debes entender que para un hombre estar en estas condiciones es algo... difícil de controlar.
-Lo entiendo –desvié la mirada-. De todos modos, disculpa, vas a pensar que solo quiero provocarte y luego dejarte con las ganas.
-No pidas disculpas –rió-. No pienso nada, no me importa nada, contigo no tengo prisa –habló con naturalidad.
-Tengo algo que decirte –susurré y él me miró a los ojos mientras acarició mi mejilla levemente.
-Dime lo que quieras –susurró también.
-Soy... -susurré y me detuve, su mirada tranquilizó mis nervios y continué-. Soy virgen –confesé.
Su expresión no cambió, solo sonrió tan tranquilo como había estado en esos últimos minutos y sus labios tocaron los míos por unos segundos.
-Ya lo sospechaba –susurró con una sonrisa-. Y te repito Mía –habló un poco más alto-; no tengo prisa, no te voy a presionar ni obligarte a nada, las cosas se darán en su momento, no te preocupes por nada –me dio un beso en la frente-. Ahora duérmete.
Me mantuve en silencio, ambos nos mantuvimos en silencio, Justin cerró sus ojos e hice lo mismo, pero por más que pasaban los minutos no pude dormir. Su teléfono sonó y pensó que yo estaba dormida, salió de la cama muy cautelosamente, seguí con los ojos cerrados y lo escuché contestar, no salió de la habitación, solo se acercó un poco a la ventana.
-¿Hola? –contestó en un susurro-. Si bro, está conmigo.... Ok, hablamos mañana, no quiero que Mía se despierte.
Nuevamente todo fue silencio, supuse que había cortado la llamada y luego escuché la puerta del baño, posteriormente el sonido del agua. Me puse de pie y me quedé junto a la puerta del baño, no tardó en salir, la habitación estaba totalmente oscura y lo sorprendí por la espalda, dio un pequeño sobre salto y rió.
-Me asustaste –susurró mientras rodeaba mi cintura-. Pensé que estabas dormida, el que llamó fue Ryan.
Ignoré todo lo que dijo y obedeciendo a mis impulsos simplemente lo besé mientras mi corazón estaba a punto de salirse de su sitio. Lo besé y acaricie su torso, mis piernas temblaban y sentía los latidos del corazón de Justin casi al unisono con los míos. Sus besos eran cálidos y suaves, mi cabello estaba recogido en uno de mis costados, dejé mi cuello libre e hice que su boca llegara hasta él, me besaba lentamente, muy lentamente y podría jurar que sus manos estaban temblando.
-Detenme ahora –me dijo mientras continuaba besando mi cuello, provocando mil cosas dentro de mí.
-No puedo –susurré.
-Si puedes –sentí su sonrisa mientras tenía sus labios rozando mi piel.
-No quiero –sonreí aunque no pudiera verme y en segundos se alejó y me miró a los ojos.
-Te dije que no tengo prisa –me habló muy despacio, mi piel estaba totalmente erizada.
-Sí, lo sé, eso era lo que necesitaba oír para convencerme una vez más que esto es real –hablé mirando fijamente sus ojos y sonrió.
Nos miramos en silencio por unos cuantos segundos, hasta que su boca volvió a encontrar la mía y comenzó su recorrido por mis mejillas, mi cuello y mis hombros. Su camiseta me quedaba como un camisón gigante, el cual ahora separaba mi piel de su abdomen desnudo. Estábamos aun de pie, uno frente a otro, besándonos, yo prácticamente de puntillas y él inclinándose, reí cuando perdí el equilibrio y casi caigo, pero él me sostuvo. Sus manos, que sigo segura de que estaban temblando, llegaron lenta muy lentamente hasta mis piernas desnudas, tocó mi piel con suavidad y en una buena maniobra me agarró y me hizo rodear su cintura con mis piernas, ambos reímos sin dejar de besarnos y él comenzó a caminar hacia la cama, me dejó recostada en ella mientras él puso sus manos una a cada lado de mi cabeza y me miró a una cierta distancia.
-Dime, mirándome a los ojos, que estás segura de querer continuar –me dijo hablando tranquilamente.
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Dulce Tormento © #1
Dla nastolatkówMía se preguntaba cada día cómo iba a superar la repentina muerte de su madre, y el hecho de vivir con un padre que la había abandonado años atras. Tan solo era una niña de diecisiete años y la vida se le había roto en mil pedazos. Mudarse a una ci...