Capítulo 1. Incertidumbre

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La piel se me resquebraja, cuando nuestras miradas se topan en esta horrible y triste despedida. ¿Acaso no había otro camino?

Mi corazón se acelera, da golpe horribles, el dolor invade mi Alma, y las ganas de llorar se hacen cada vez más fuertes en mi.

El sonido de voces que vienen de un triste canto se meten bajo mi piel, y el tierno canto se hace oscuro, sombrío haciendo que el miedo tome mi ser.

El sonido agudo del despertador me da la pauta de que debo despertar. Abro mis ojos, y con ello traigo mi almohada hasta la cara para taparla y ahogar un rugido.

Odio esta sensación horrible, odio sentir que pierdo algo, odio sentirme débil y que pierdo el control de todo.

Tiro todo lo que tengo tapando mi cuerpo y me levanto para ir a darme una ducha. La verdad es que no puedo con mi manía así que antes de ir al baño, arreglo la cama. Ahora sí, puedo ir por la ducha.

Abro la puerta de mi baño, para encontrarme con mi espejo, ¿quién dice que los hombre no nos miramos? Sí, yo soy un narcisista, pero bueno, tengo motivos para serlo.

Me acerco hasta el lavabo saco mi cepillo de dientes, coloco la pasta dental y me comienzo a cepillar.

De paso ya veo en mi botiquín algún medicamento para el dolor de cabeza.

Ayer con el festejo ese de Último primer día, me tomé unos tragos de más, y desde que volvi del colegio me empeñe en dormir, pero creo que no fue suficiente.

Finalmente me enjuago la boca, lavo mi cepillo y lo guardo en su lugar, a continuación me tomo la pastilla para finalmente ir bajo el agua.

Enciendo la ducha y pongo el agua bien fría, mientras intento recordar ese rostro, esa chica, sus ojos están tan grabados en mi mente, sus lágrimas, mis lagrimas, es como si me diera una especie latigazos cada vez que la recuerdo.

Cierro mis ojos, y en mi cabeza vienen como ventiscas de recuerdos, sangre, cuerpos tirados, fuego, ceniza. Abro mis ojos con rapidez, para darme cuenta que sólo estoy alucinando. Menos mal hoy tengo cita con la psicóloga, creo que se lo debo contar, porque en definitiva esto me está haciendo muy mal.

Salgo de la ducha y me envuelve con la toalla. Limpio el espejo empañado, y me da la sensación de ver esos ojos, sin embargo me doy cuenta que estoy alucinando. 

Quizás son los efectos del UPD. Salgo ya del baño y voy a abrir mi ropero, busco mi camisa Blanca, perfectamente doblada, mis pantalones negros.

Seco mi cuerpo, me coloco los boxers, una camisilla Blanca, a continuación mi camisa, la voy abotonando  de a poco, como si eso fuera a relajarme, me coloco el pantalón, el cinturón, las medias, el zapato y por último la corbata... ¡Dios que bien me hace hacer esto tan metódicamente! Nada cambia, solo sigue su orden. Y hablando de eso lo siguiente rutinario de la mañana llegará en 3, 2, 1...

—¡Señorita Gizah! Su padre no tarde en enviar al chófer, y usted aún no se ha levantado.

—¡Rosalia puedes dejar de gritarme!

—¡no la estoy gritando! Solo la estoy apurando.

La puerta de su habitación se abre, y lo se por el tremendo ruido que hace.

Yo también abro la puerta para ver la escena, mientras me recuesto contra el marco.

—¡Dios Gizah! No hagas esto a Rosalia y ve a alistarte—,dice mamá mientras se toma de la cabeza.

Yo hago un gesto a mi hermana y esta termina haciéndome un puchero, pero termina entrando a su habitación a alistarse.

—¿Como es posible que sean mellizos y aún así son tan diferentes?—pregunta mamá mientras se pone de puntas para darme un beso en la frente.

El Sol y el Universo [Libro 5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora