Capítulo 8. ¿Te conozco?

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Estoy tirado en la cama, los mensajes no dejan de llegar a mi celular. Bañado, perfumado, listo para salir, pero sin ganas de hacerlo.

Al término de la primera semana de inicio de clases es tradición de los alumnos de los últimos años hacer una fiesta, por lo general en la casa de alguien, pero como este año se encargó Dara, será en una discoteca.

No tengo ganas, ni una sola, para que me voy a mentir. Pero Gizah va a ir, y Tamirá también me escribió, y me rogó que vaya.

Me levanto de la cama y reviso los mensajes, había unos cuantos de Dara, no los pienso leer, el grupo de tercer año está que estalla de fotos y vídeos, y los mensajes de Liza rogándome que la lleve me desquicia, pero decido enviarle una respuesta a mi hermana, y le digo que sí.

Ni bien respondo me entra una llamada, se trata de Dara, la iba a ignorar, pero por ser buena persona le contesto.

—¿Sí?

—¿Vas a la fiesta?

—Quizás... ¿Por?

—Quería saber si podrías buscarme...—Se hizo el silencio

—No, sabes que el chófer de mi padre está haciendo horas extra, es más, mi madre nos buscará cuando volvamos, y no voy a tener a ese chófer yendo del otro lado de la ciudad para buscarte Dara, tus padres te pueden llevar a la discoteca sin problemas, y lo sé, sólo quieres usar esto de excusa.

—Podrías prestar el auto y manejarlo tú.

Comienzo a salir se la habitación mientras río con tan solo imaginar que me presta el auto para ir a una fiesta. ¡No lo harían jamás!

—Dara, yo no voy a batallar por conseguir que me presten el auto, lo siento, quizás y cuando tenga oficialmente 18 años... nos vemos en la fiesta.

Cuelgo y guardo mi celular en los bolsillos, llamo a la puerta de Gizah, quien se esta colocando unos pendientes, se ve fabulosa mi hermana.

—¡Hoy te puedo presumir! Mira nada más que linda estás.

—¡Ja! Yo siempre voy linda...el chófer de papá llega en 10 ¿ya estás?

—Sí—, digo y me tiro en su cama, porque aún le falta ponerse los zapatos y seguro arreglarse algún detalle que solo ella ve.

—¿Tienes tu billetera?—le hago un gesto de afirmación —¿el celular bien cargado?

—Sí...

—okok

—Gizah, no quiero volver muy tarde ¿si?

—Aburridoooo...—se coloca los tacones y me mira riendose—Tranquilo, sé que necesitas dormir, estás viejo...

—Solo nos llevamos 12 minutos...

—Hablo de tu Alma, señor cascarrabias.

Ella ríe, y yo solo decido mirar mi celular y evitar reír para no darle el gusto, pero la chica tiene razón.

Gizah se retoca el maquillaje, se hecha perfume, y se mira cada detalle en el espejo y cuando justo creo que ya no se va a mirar, lo vuelve a hacer.

De la nada en el espejo veo un destello, como una estrella fugaz. Volteo hacia la ventana y alcanzo a ver el destello, este explota y hace un gran ruido, Gizah también se gira y nos acercamos juntos a la ventana.

En eso mi madre y Rosalia entrar también a la habitación de mi hermana, Rosalía parece una niña curiosa, pero mi madre luce aterrada.

—¿Que habrá sido?—pregunta Gizah mirándome.

El Sol y el Universo [Libro 5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora