5

714 141 91
                                    

━━━━━━━☆ ☾ ☆━━━━━━━

CAPÍTULO CINCO

━━━━━━━☆ ☾ ☆━━━━━━━

Sabía que estaría en problemas. Es decir, para sus cortos trece años, estaba seguro de que una larga vida sin televisión o videojuegos no sonaba para nada buena, pero tampoco es como que tuviera otra opción.

Aunque, en este momento no estaba pensando demasiado en las consecuencias de todo esto. Lo único que sabía era que su corazón se encontraba latiendo demasiado rápido, había sudor corriendo por su frente y estaba seguro de que sus piernas en cualquier segundo dejarían de funcionar. Ahora entendía porque existían las clases de deportes; para no morir de un maldito ataque al corazón antes de llegar a los sesenta.

Se detuvo a recuperar el aliento una vez llegó a su destino, teniendo que apoyarse en sus rodillas para no perder el equilibrio, mientras intentaba regular sus respiraciones. Como esperó, la puerta no se encontraba cerrada, luego de haber dejado el mensaje escrito en papel contra la ventana de su habitación. Entró en puntillas a la casa, siendo su única iluminación la luz de luna que se reflejaba de las cortinas entreabiertas.

Fue así como llegó al segundo piso, donde se detuvo delante de la puerta que tenía una L grabada en pintura verde. La empujó lentamente, asomando su cabeza a la vez, para finalmente encontrarse con el cuerpo de un chico sentado al borde de su cama, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho. Por alguna razón le recordó a la expresión que ponía su madre cada vez que se quedaba hasta pasada su hora de dormir por jugar videojuegos.

Cerró la puerta en su detrás, para luego apoyar la espalda contra ella. Soltó un suspiro y volvió a mirar los ojos azules escondidos tras un ceño fruncido.

—Me debes una gran explicación —fue lo primero que dijo el chico de doce años. A lo que asintió lentamente —. Toma asiento, no quiero tener que despertar a mis padres si llegas a desmayarte —blanqueó los ojos ante el comentario, pero siguió la indicación y se sentó al borde la cama, al lado del rubio.

—Veras... —comenzó, jugando con sus manos. Se sentía nervioso, y no estaba seguro si era gracias a toda la adrenalina que sintió por escaparse de su casa y correr hasta la de su vecino o estar por confesar algo que creyó que podría guardar por el resto de su vida. Sí, puede que el segundo —. Mi madre me castigó hace una semana. No te estuve evitando, lo juro. Ella me quitó mi teléfono y me prohibió salir de la casa. Fue horrible.

—¿Qué hiciste esta vez? —el ceño del menor ya no estaba fruncido, pero aún había algo de confusión en su rostro. Esta era la parte para la cual no estaba preparado. Atrapó su labio inferior entre sus dientes, algo que hizo al chico llevara la mirada a él —. Michael... Sé qué haces eso cuando estas nervioso. Vamos, puedes decirme lo que sea.

—Es porque-... Primero, debes prometer algo —el rubio asintió confundido, a lo que frunció el ceño —. No, debes prometerlo. De verdad. Debes jurar que no dejaras de ser mi amigo después de lo que te voy a decir.

La expresión de su vecino ya no era nada calmada, más bien parecía ligeramente preocupada ante sus palabras. Los ojos azules lo estaban examinando por completo, como si se estuvieran asegurando que todo estuviera bien. Luego, volvieron a centrarse en los suyos, y se quedaron ahí por un momento.

—Lo prometo. Mejores amigos por siempre, ¿recuerdas? —las palabras del chico parecían seguras, por lo que esta vez asintió. El sentimiento de inseguridad seguía, pero está vez menos.

Leave Your Mark With Every Bite ☆ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora