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CAPÍTULO VEINTICINCO

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—Ya no puedo más —se dejó caer contra la cama, para luego colocar el cuaderno sobre su rostro. Jamás creyó que estudiar podría ser tan difícil. Ahora entendía porque nadie lo hacía.

—Vamos, Michael. Solo acaba con esos ejercicios y podremos pedir una pizza —una mano sacudió su hombro, pero negó contra el cuaderno, mientras lo presionaba contra su rostro para que el otro chico no se lo quitara. Necesitaba un descanso, ya —. Dijiste que necesitabas aprobar el segundo examen. ¿Qué tengo que hacer para que tengas motivación?

Bajó ligeramente la libreta de su rostro, lo suficiente para que sus ojos se asomaran y pudieran ver los azules del chico que se encontraba sentado a su lado con una expresión cansada. No era el único.

Llevaba más de una hora resolviendo aburridos ejercicios que el rubio le dejó para practicar, además de tener que responder aburridas preguntas sobre ecuaciones y fórmulas que tenía que memorizar. Se sentía agradecido de que este tomara su trabajo enserio con lo de ser su "tutor", pero no estaba seguro de que su pequeño cerebro resistiera las dos horas más que faltaban y los demás problemas. ¿Qué le importaba cuanto pesaban las manzanas que un tal Gabriel comprara en el supermercado y cuál sería su cambio?

Lo único que quería era tomar una larga siesta, posiblemente comer de ese pastel de chocolate que su padre guardaba en la despensa o fumar un cigarro por sentirse como un completo estúpido y no poder resolver ni un maldito ejercicio sin cometer algún error.

La última semana fue un maldito sufrimiento sin poder obtener alguna clase de calma con el tabaco. Los chicles con sabores artificiales que le dio su padre no funcionaban del todo bien, aunque eran una pequeña ayuda. Lo único en lo que podía pensar era en volver a tener los dientes de Luke contra su piel o sus malditos y brillosos labios sobre los suyos. Lástima que no fuera lo suficientemente valiente para pedírselo por su cuenta sin que sus mejillas adquirieran ese maldito color rosado que tanto odiaba.

Y, ahora estaba aquí, en la cama del chico que no salió de su mente los últimos días, estudiando para una tonta practica de la siguiente semana. La vida era muy injusta algunas veces.

—N-Nada —sacudió la cabeza, cuando esos impuros pensamientos pasaron por su mente. Luke frunció ligeramente el ceño. Una mano intentó sacar el libro de su rostro, pero se resistió. Podía sentir sus malditas mejillas calientes (de nuevo) —. Solo, dame cinco minutos —cerró los ojos y volvió a poner el libro sobre sus ojos, pero cuando comenzó a relajarse pudo sentir como este era quitado rápidamente de su rostro.

—¿En qué pensabas? —el rostro de Luke estaba demasiado cerca, y no comprendía en qué momento su cuerpo se encontraba encima del suyo. Parpadeó repetidamente, intentando asegurarse de que este no era otra clase de sueño que tenía cuando se dormía en clase de Historia —. Estás sonrojado, eso no puede ser bueno —blanqueó los ojos cuando notó la engreída sonrisa en el rostro del chico.

—Oh, jódete —intentó empujar al rubio de encima suyo, pero estaba seguro de que eso sería en vano. Sabía que debió ejercitar más en clase de deportes. Luke rió, acercando su rostro un poco más, haciendo que tuviera que voltear la cabeza hacia un lado.

—Puedes decírmelo, Mike —los labios del menor se encontraban sobre su cuello, mientras sus manos jugaban con el borde de su suéter. Presionó ambos labios, en un intento de hacer permanecer la poca dignidad que aún le quedaba —. No haré nada que no me digas —el caliente aliento chocaba contra su piel, y eso no ayudaba en nada. Sus caderas se levantaron levemente sin que pudiera controlarlo. Luke lo notó. Claro, que lo notó.

Leave Your Mark With Every Bite ☆ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora