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CUARENTA Y CINCO

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Se removió en el incómodo asiento, mientras su pie derecho se movía de un lado al otro y sus dedos daban golpecitos al lado de la silla. Su mirada estaba en todas partes, sin poder quedarse en un solo lugar, mientras un pequeño sentimiento de ansiedad lo hacía sentir una presión en el pecho. No eran la suficiente para tener un ataque, pero sí como para hacer que se encontrara realmente nervioso.

Se encontraba en este lugar desde hacía casi dos horas, sentado por casi una y otra respondiendo demasiadas preguntas (sin contar con el incómodo momento en el que tuvo que orinar en un pequeño recipiente). Ahora, estaba de nuevo en la molesta silla del hospital, esperando que la enfermera volviera a decir su nombre (esperaba que esta vez bien), con los nervios de punta.

No le gustaban los hospitales.

No es como si tuviera un mal recuerdo de ellos, simplemente el ambiente le parecía demasiado... tétrico. Todos en este lugar se mostraban realmente serios o tristes, sin contar con el olor a desinfectante de manos y las molestas voces que sonaban por los altavoces. Oh, y como olvidar a los molestos niños que se ponían a jugar por los pasillos y hacían demasiado ruido, haciendo que solo su deseo por morir solo y con gatos aumentara. Este lugar era como el infierno, hasta estaba seguro que ese lugar era mejor.

No pasaron demasiados minutos cuando comenzó a pellizcar la piel de su brazo, en un intento de distracción (sabía lo raro que se vería que un adolescente se encontrara mordiéndose a sí mismo). Cuando intentó volver a hacer fue que una mano sostuvo su muñeca, haciendo que frunciera el ceño y levantara la mirada hacia la persona que se encontraba en su delante.

Tuvo que parpadear más de dos veces para asegurarse que esta no fuera una clase de alucinación por no tomar desayuno (siéndose sincero, no estaba seguro si estas pruebas eran con comida en el estómago, por lo que creyó que no tomar desayuno sería lo mejor), para luego ver al chico tomar asiento a su lado.

—No hagas eso, te harás daño —dijo el rubio, soltando su mano. Dejó salir un bufido, para luego cruzar los brazos sobre su pecho y seguir moviendo su pie de un lado al otro. Este posó la mano en su rodilla —. Michael, ¿puedes dejar de-

—Estoy nervioso, ¿está bien, Hemmings? —dijo, con la voz algo más alta, pero sin gritar. Unas cuantas miradas fueron en su dirección, haciendo que se encogiera en su asiento. La mano de Luke no salió de su rodilla. Él simplemente asintió y miró hacia otro lado —. ¿Cómo sabías que estaba aquí?

—Calum le dijo que le enviaste un mensaje porque faltarías hoy. Imaginé que vendrías acá —asintió, mirando a su regazo, exactamente donde la mano del menor se encontraba —. Yo-... También me hice una prueba —frunció el ceño, devolviendo la mirada hacia el chico.

¿Qué?

—Eso no era parte de-

—Lo sé —lo interrumpió el Luke, para luego quitar la mano de su rodilla. Se sintió algo molesto al perder el tacto, pero intentó no hacerlo notar —. Solo no quería que tuvieras que pasar por esto solo.

—No tenías que hacerlo —murmuró, mirando hacia otro lado. Escuchó un suspiro salir de los labios del rubio.

—Lo que sea que haya pasado ente nosotros, no evitara que me importes o que me siga preocupando por ti. Seguiré aquí, Michael, sin importar cuanto te esfuerces en apartarme. No me iré —miró a los ojos azules, los cuales tenían su completa atención en los suyos. No sabía que decir ante eso.

Leave Your Mark With Every Bite ☆ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora