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CUARENTENA Y CUATRO
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Su cuerpo se impulsó hacia adelante a penas el ruido del silbato resonó en sus oídos. Cayó al agua, con suma facilidad y ágiles, para que sus piernas y brazos comenzaran a moverse en una perfecta sincronía.
Sus pulmones resistían más que antes, y su cuerpo se sentía más liviano. Podía sentir esa adrenalina a la que solía estar acostumbrado, y eso lo hacía querer esforzarse más en ir más rápido. No podía escuchar algo, más el chapoteo del agua cada vez que sus brazos o piernas chocaban con esta, pero sabía que eso era mejor. Le daba la perfecta concentración que necesitaba, logrando que su mente no pensara en otra cosa más que seguir adelante.
Jamás creyó que volvería a estar en esta piscina, que las personas seguirían alentándolo y que su familia se encontraría en esas gradas, gritando su nombre y sonriéndole con orgullo, pero lo hizo. Estaba dando todo de sí para poder verlos felices de nuevo, y también por sí mismo. Esto era algo que siempre logró hacerlo sentir bien; libre, y le gustaba poder estar haciéndolo de nuevo.
Le hubiera gustado saber que la persona que fue causante de eso estuviera acá, pero no lo estaba.
Antes de la competencia buscó demasiado a Michael, por cada rincón y lugar de la zona de piscina, pero no obtuvo algún rastro de él. Según Calum, dijo que él necesitaba tiempo y que no lo presionara, pero lo único que quería era que estuviera aquí. Se lo prometió y se suponía que Michael no era de los que rompían una promesa.
Tal vez, se lo merecía. Puede que este sea su turno de pagar por todo el daño que le hizo al olvidarse de él y sacarlo de su vida todo este tiempo. Pero, no quería pensar en eso.
Su cabeza ya estaba con demasiados pensamientos cuando entró al agua, pero por suerte logró callarlos. Una vez dentro, no había problemas, todo era calma, y eso era lo que permitía a su cuerpo dejarse llevar por el agua.
Algunas veces, pensaba en Michael. Cuando su madre aún estaba con vida, y gritaba su nombre desde las gradas al igual que sus hermanos, ya que su padre casi siempre estaba demasiado ocupado por su trabajo. Como sea, ese chico de ojos verdes siempre pasaba por su cabeza antes de se sumergiera en el agua. En especial, el primer momento en que lo sujeto en sus brazos cuando se lanzó al agua. La primera promesa que hizo y cumplió.
También, recordaba los días en los que podían pasar horas en el agua, haciendo torpes movimientos y solo soltando risas ante cada palabra sin sentido que decían. Algunas veces, un recuerdo en especial se filtraba, uno que lo hacía sentir un ligero escalofrío. Era la forma en la que el pecho de Michael se sintió contra el suyo años atrás, como sus manos lo sostenían y sentía sus labios contra los suyos. Ese era su favorito.
Solo estaba esos cortos segundos antes de entrar, y cuando salía del agua se iba. Le gustaría que eso hubiera funcionado en este caso también. Que cuando saliera del agua, todos esos malos recuerdos con Michael se fueran y lo único que permaneciera fueron los buenos. Pero, no pasó.
Cuando salió del agua, seguía pensando en ese chico de ojos verdes, mientras sus oídos iban reconociendo el sonido de las personas gritar su nombre y su visión se aclaraba, para poder fijar la mirada en sus hermanos, quien intentaban llamar su atención. Movió la mano en forma de saludo, mientras volvía a sentir el mismo nudo en la garganta que permaneció desde hacía unos días.
—Lo hiciste bien, Hemmings —la voz del entrenador lo sacó de su pequeña burbuja. Se dio cuenta que el resto de su equipo se encontraba alrededor, con sonrisas en el rostro —. Solo queda Irwin, y podremos saber los resultados. De igual manera, nos alegras que hayas estado con nosotros en la última competencia.
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Leave Your Mark With Every Bite ☆ muke
Hayran KurguDonde escribo otra historia de Michael y Luke encontrándose a ellos mismos. O, donde narro el pasado; de dos niños que se prometieron el mundo y se juraron amistad eterna. También, el presente; de dos adolescentes perdidos y rotos con el paso del ti...