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CINCUENTA Y CUATRO

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Arregló su cabello, mientras se acomodaba en la gigante cama e intentaba buscar una posición cómoda. Podía sentir algo de frío entrar por la ventana de al lado, pero se encontraba demasiado cansado como para ponerse de pie y cerrarla. Puede que dormir en ropa interior cuando el verano estaba por acabar no era la mejor idea.

Como sea, posicionó su laptop en su regazo, para después prenderla. Buscó entre los nombres de la lista de sus contactos, hasta que encontró el del chico que buscaba para hacer una videollamada. Luke.

Desde ayer el rubio había salido en un viaje de casi un día entero para ir a una tonta excursión con su facultad. No sabía a la perfección a donde irían, pero según él era un punto alto, cerca de una montaña, donde tendrían una perfecta vista de algunas constelaciones con un telescopio. Por lo tanto, sería casi imposible para ambos mantenerse el contacto, estos dos o tres días, excepto hoy.

El grupo de Luke habían alquilado de habitaciones de hotel para hacer su parada por la noche, continuar con su recorrido a la mañana siguiente, y poder llegar a mediodía. Obviamente, todo era en autobús, pero no creía tener las energías para estar encerrado con un grupo de jóvenes en un auto por casi la mayor parte de su tiempo. Momentos como estos, lo hacían apreciar haber elegido una carrera que solo fue a requerir que se encontrara tras un escritorio.

Había quedado con Luke que lo llamaría antes de que se fuera a dormir, cuando él ya estuviera en la habitación de hotel, mientras que en su caso ya se encontrara en su apartamento.

La idea de quedarse en el apartamento de Luke no fue algo que lo convenció demasiado al comienzo. De por sí, ya pasaba casi todos los días en ese lugar (como tres veces por semana) para cuidar a Luna cuando él se encontraba en sus clases nocturnas o para traer su alimento (o cuando extrañaba al pequeño felino y quería pasar tiempo con él). A veces, Ian lo acompañaba, otras, iba con Sara, quien era fanática del pequeño animal y siempre traía un nuevo juguete o collarín para él. Pero, casi siempre iba solo, y pasaba algo de tiempo de más en el lugar.

Cuando ya eran pasadas las nueve (luego de que Luke se demorara demasiado en pedir una pizza), sabía que no le quedaría de otra que quedarse a dormir. Y, no lo tomen mal, le encantaba. Le gustaba poder usar la gigante cama de Luke y su cómodo colchón cubierto con esas finas sabanas que él eligió. En especial, amaba poder rodear a Luke con sus brazos o que él lo hiciera, escuchar el patrón de su respiración, hasta que se quedara completamente dormido, y poder verlo despertar en las mañanas, con sus rizos rubios revueltos y esa voz ronca.

El problema era que, no quería acostumbrarse a eso. Cada vez que salía del apartamento, con alguna prenda de ropa que robó del armario para poder permanecer con el olor corporal de Luke por algo más de tiempo, volver a la pequeña habitación del campus no era lo mismo. Y, no es como si se tratara de los molestos ruidos que hacían los chicos de otras habitaciones o lo incomoda que era su pequeña cama (tal vez, por una parte, sí lo era); era algo más. Quería a Luke cerca; dormir a su lado, sentir su calor corporal en las frías noches y poder despertar en la misma cama, juntos.

Y, era claro que no era algo que tuviera la suerte de hacer todos los días. Luke no parecía dar señales de invitarlo a quedarse permanentemente en su apartamento. Es decir, ni siquiera le daba alguna clase de pista sobre la clase de relación que tenían. Ni siquiera estaba seguro si debía seguir teniendo esperanzas en que él le llegara a pedir ser su novio.

Leave Your Mark With Every Bite ☆ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora