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CAPÍTULO NUEVE

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—¡¿Quién mierda se terminó mi cereal?! —gritó desde la cocina, tirando la caja vacía al suelo con furia.

Ya había perdido la cuenta de cuantas veces le iba pasando esto en un mes, y sin importar que tan alto gritara o se quejara jamás era escuchado. Era molesto, ya se estaba hartando de pasar por la misma situación más de una vez a la semana.

Unos pasos fueron escuchados minutos después, mientras tomaba un vaso de leche sola, sin cereal. De la puerta de la cocina se asomó su madre, con el cabello rubio en un moño mal hecho, pintalabios puesto de manera incorrecta y una blusa a medio abotonar. Ella no se dio cuenta de su presencia hasta que cerró la puerta del refrigerador. Luego, le ofreció una sonrisa cansada y en respuesta blanqueó los ojos.

—¿Pasó algo, Mike? —preguntó ella, pero su mirada estaba puesta en la pantalla de su celular. Siempre era igual todas las mañanas cuando posponía su alarma.

—Mi maldito cereal —dijo entre dientes, señalando la caja que se encontraba vacía en el suelo. La mujer llevó la mirada al objeto, para luego fruncir ligeramente el ceño.

—Vocabulario —fueron sus palabras, posiblemente recién al darse cuenta de la maldición que salió de sus labios. Blanqueó los ojos, de nuevo (algo que se volvió una costumbre en esa casa) —. Solo pon el cereal en la lista de compras de la semana. No hagas un escándalo por eso.

—Siempre dejas que ella se salga con la suya. Tiene quince, ya no es una estúpida niña —su madre volvió a fruncir el ceño, para luego guardar el celular en su bolsillo y soltar un suspiro. Su pequeña mano se posó en su hombro, a lo que soltó un bufido. Sabía lo que seguía.

—Michael, si pudieras hacer el intento-

—Tres años. Lo intenté por casi tres años. Ya estoy harto —su madre se preparó para responder, pero el sonido un claxon hizo que llevara su mirada a la puerta. Ella hizo una mueca, para luego dejar un beso en su mejilla.

—Sigue intentando.

La mujer salió por la puerta luego de eso, para que luego se recostara contra una de las paredes, pensando en cómo es que acabó en esta casa de locos.

Esta era la rutina a la que tuvo que verse acostumbrado luego de casi más de dos años, con personas que ni siquiera conocía a la perfección, pero tenía que convivir. Una clase de "familia perfecta" que su madre quiso crear desde el primer día, y no se daba cuenta que era algo más alejado a eso. Solo era un grupo de personas con nada en común que no sabían ni respetar su maldito cereal.

Todo era culpa de ella.

Ya había perdido la cuenta de cuantas veces le pidió regresar a la antigua casa con su padre, pero ella se negaba. Había veces que hacia el intento (o más bien forzaba) a que formara alguna clase de lazo con estas personas, pero se le era imposible si una de ellas lo único en lo que era buena era gritar y hacerlo perder la poca paciencia que tenía.

Para serse sincero, le daba completamente igual con quien madre salió, o salía. Era la vida de ella, y creía ser lo suficientemente maduro para entender que podía salir con otras personas si es que ya no amaba a su padre, pero meterlo en esta relación "perfecta" que creía tener no venía en el trato. Todo por su maldita obsesión por mantenerlo bajo constante vigilancia como lo hacía desde que era un niño.

Leave Your Mark With Every Bite ☆ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora