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CAPÍTULO ONCE

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Ignoró la llamada de su teléfono de nuevo, mientras sus ojos estaban puestos en los dos últimos mensajes que recibió. Eran de su padre, quejándose (de nuevo) sobre por no contestar las llamadas de su madre, luego de que ella comenzara a llamar a su trabajo. Solo blanqueó los ojos y siguió caminando.

Ella seguía llamando luego de que hubiera pasado una semana completa desde la última vez que hablaron; en su cumpleaños. Recuerda la expresión dolida en su rostro cuando le contó que se iría y como sus ojos se cristalizaron. Ella no lloró en su delante, porque odiaba mostrarse débil frente a los demás (su padre siempre decía que eran demasiado iguales), pero supo que no pasó una buena noche cuando despertó con los ojos hinchados al día siguiente.

No hubieron despedidas, ni abrazos o (más) lágrimas. Ella solo lo miró, con una expresión neutra, mientras lo veía partir con sus maletas y los ojos llorosos. Claramente, así no fue como quizo que acabaran las cosas. Solo quería que su madre entendiera que necesitaba volver al lugar donde todo inició, con la esperanza de poder encontrar un hogar. Pero, ella no quería escucharlo, y aunque no lo comprendiera, no le insistiría. Su madre siempre fue realmente orgullosa.

No entendía porque ahora era el malo de su historia. Ella fue la que comenzó todo esto al llevarlo a una casa de cual quiso escapar desde el primer momento que llegó. Cuando lo hizo convivir con dos completos extraños, y uno de ellos se encargaba de hacer su vida imposible. Toda su vida era un desastre y solo ayudaba a su ansiedad a llegar su punto más alto.

¿No podía estar feliz porque tomó por primera vez una decisión por su cuenta? Es decir, Amy se mostró realmente feliz cuando le dijo que nunca volvería a verla. Por el otro lado, Will lloró un poco ("nunca reprimas tus emociones", palabras que él siempre decía), pero igual lo acompañó al aeropuerto y lo ayudó con sus maletas. Pero, claro, su madre hizo un completo escándalo y no quiso dirigirle la palabra hasta que subió al maldito avión.

Recibió una llamada de su parte, pero no tenía nada que ver con unas malditas disculpas o palabras de apoyo, solo recordamientos que debía tener en cuenta. Como tomar sus pastillas, seguir asistiendo donde un terapeuta una vez al mes y no ocasionarse más... daño, además de recordarle que debía volver para su cumpleaños. Solo fue para darle órdenes y decirle que hablaría con su padre en las siguientes semanas. Eso fue todo. Aquello solo lo dejó con un horrible sentimiento en su pecho, haciendo que llorara por todo el vuelo.

Ahora, ella se encontraba llamando, y realmente no quería responderle. No quería que se encargara de volver a hacerlo sentir mal por las decisiones que estaba tomando. No necesita eso ahora, mucho menos cuando era su primer día de clases y de por sí ya se sentía un completo desastre.

Es decir, su cabello era malditamente rojo, su rostro estaba cubierto de perforaciones (tres (oreja, ceja y lengua), sin contar con otros que tenía en su cuerpo), tenía tatuajes hasta en los malditos dedos de las manos y marcas moradas esparcidas por todo su cuello. Luego, estaba su vestimenta que iba demasiado alejada del maldito uniforme que se suponía que debía usar; tenía unos pantalones ajustados que marcaban demasiado sus piernas y unas zapatillas negras porque se negaba a usar zapatos de vestir. Lo único que bueno es que consiguió abotonarse bien la camisa y usó un suéter con el logotipo del colegio para cubrir sus brazos también tatuados. Sí, esto sería un completo desastre.

Sus manos jugaban con las llaves de su auto, mientras sus dientes mordían ligeramente su labio inferior, lo suficiente como para encargarse de no dejar otra herida que hiciera que sangre saliera de este. Se detuvo frente a la puerta que decía "Dirección" en una placa dorada, para luego empujarla. Allí se encontró una mujer que sonreía en su dirección con la cálida sonrisa. Intentó devolverla, pero falló.

Leave Your Mark With Every Bite ☆ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora