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CAPÍTULO TRECE

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Él estaba ahí, mirándolo aunque quisiera aparentar lo contrario.

Era la persona que solía confiarle sus más grandes secretos y miedos, una que solía sacarle sonrisas y era capaz soportar sus llantos. Alguien, que sin darse cuenta, jugó un gran papel en su niñez y su juventud. A quien, por un largo tiempo, olvidó por completo y sacó de su cabeza.

Puede que haya sido la mejor forma de protegerse a sí mismo, pensar que no habría nadie preocupándose cada vez hacía algo de lo que sabía que se arrepentiría, como cuando encendió el primer cigarro o dejó que unas extrañas manos recorrieran su cuerpo solo para olvidar. Pero, ahora estaba aquí.

Esa persona a la cual le quiso dar todo y soñó con que formaría un papel importante en su vida por un largo tiempo, porque era joven. Solo era un niño que creía que los amigos duraban para siempre y los finales felices existían, uno que no se encontraba tan perdido como lo estaba el adolescente de hoy. Ahora, ya no lo era, y estaba seguro de que esa otra persona tampoco.

Él estaba diferente.

Su cabello rubio ya no estaba hacia abajo, ni era lacio y ordenado, ahora tenía unos cortos rizos, que caían en diferentes direcciones. Su cara ya no tenía las mismas facciones delicadas que salía tener, ahora eran más marcadas, y había rastros de vello facial en ella. Y, su cuerpo ya no era delgado y débil, era más... grande y fuerte. Era diferente, pero había ciertas cosas que seguían iguales.

Los ojos azules, ellos seguían igual de brillantes y llamativos como la primera vez que los vio reflejados contra el agua de su piscina. Pero, se mostraban algo... perdidos tal vez, como si estuvieran ocultando algo, puede que dolor. Y, solo pensar que algo pasó en su ausencia que hiciera que aquel azul hubiera perdido algo de su brillo hacía que su corazón se estrujara.

Pero ¿a quién engañaba? Los años habían pasado, y si en solo un día podía cometer millones de errores de los cuales se arrepentiría a la mañana siguiente, era más que claro que como tres años de diferencia hubieran ocasionado un gran cambio. Ellos ya no eran niños, que solían ser amigos, solo eran... dos extraños.

Recuerda esas veces, cuando se encontraba lo suficientemente ebrio, cuando recordaba que hubiera pasado si Luke siguiera en su vida. Algunas veces creía que quizá no hubiera comenzado a fumar, porque sabía que eso era algo que la persona que era su amigo nunca se lo permitiría, pero al parecer se equivocó. También pensaba que tal vez hubieran mantenido sus promesas, pero luego recordaba que ni siquiera él pudo mantener la primera que le hizo. Por eso evitaba recordar.

Hizo lo posible para eliminar todo rastro de Luke Hemmings de su cabeza luego de semanas llorando y noches llenas de pesadillas, porque quería dejar de lastimarse a sí mismo con la loca idea de volver a encontrar a la persona que más quiso, pero no ya no lo quería. Se tomó tan bien su trabajo, que ni siquiera la idea de volver a cruzárselo pasó por su mente cuando volvió a esta ciudad.

Luke desapareció por un largo tiempo, y parecía tan irreal la idea de que ahora estuviera en su delante, que ambos estuvieran a unos metros de distancia, separados por una gran piscina. Estaban donde iniciaron.

Raro. Que a la persona a la cual llamaste amigo, confiaste tus secretos, compartiste risas y lágrimas, ahora sea un completo desconocido.

La campana sonó minutos después, pero ninguno de los dos hizo algo para ponerse de pie. Estuvo por decir algo, pero en ese momento sus ojos se encontraron con algo. Había un objeto brillante colgando del cuello de Luke.

Leave Your Mark With Every Bite ☆ mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora