7. Golpes.

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—Jeycob se levanta de su silla y se pone en medio de los dos—

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—Jeycob se levanta de su silla y se pone en medio de los dos—.

—voltea su mirada hacia su padre—.

No te atrevas a ponerle una mano encima padre. —alza la voz— ya no soy aquel niño de 8 años que no pudo hacer nada antes... sabes a que me refiero no? Así que no la toques.

Hazte a un lado pobre idiota.
—dice alzando aún más la voz—.

He dicho que no la vas a tocar y así será.
—repite imponente Jeycob—.

Te quiero fuera de mi casa ahora mismo. Pero ya sabes, tu familia y tu se pueden dar por muertos.
—me dice el Sr Robert, y acompañada de sus palabras tiene una mirada llena de furia—.

El corazón se me fue quien sabe a donde cuando escuche decir eso, me ha dejado en libertad. ¿Pero a qué precio?. Matarnos al salir de aquí o cuando me encuentre junto a mi familia. Ahora mismo, me siento arrepentida de lo que le dije antes... yo misma acabo de cavar mi propia tumba y la de mi familia.

—Jeycob voltea a verme—.

Yo me encuentro derramando demasiadas lágrimas.

Un momento padre. Tu mismo acabas de decir que hay un contrato no? Que estipula que es completamente mía.

—el padre calla y Jeycob continua hablando—.

Si es completamente mía, entonces se queda aquí, conmigo y tu no le haces daño a su familia porque yo ya la he elegido. Es lo que querías no? Con ese fin la trajiste, pues bien, es mía, no la tocas y no dañas a las personas que quiere.

Nunca imaginé que Jeycob dijera eso. Me acaba de salvar la vida. Dios mío, no es tan malo, y egoísta como pensé.

Jeycob. —dice el Sr. Robert viéndole con cara de quererlo agarrar a golpes por habérsele impuesto de esa forma—.

Dominick, Aisha. Suban a sus habitaciones.
—dice Jeycob—.

No Jeycob —reniega Dominick—  padre no le hagas daño. —suplica—.

Dominick vete ahora mismo.
—alza la voz el Sr. Robert—.

Dominick se levanta del comedor temeroso por lo que pueda suceder y sale corriendo a su habitación. Yo salgo después de él.

Entro a la habitación completamente destrozada, no quiero que el Sr. Robert le haga daño a Jeycob por mi culpa. Maldición que estupida eres Aisha, que estúpida. —me digo una y otra vez entre lágrimas—. Me tiro al sofá y continuo llorando...

—minutos después—.

Entra Jeycob a la habitación con el ojo morado, el labio partido y el pómulo izquierdo hinchado.

Completamente Tuya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora