~Big Time Shots~

79. Carlos Pena

Me siento fatal.

Es como si mi vida... ya no tuviera sentido.

La marihuana era, por decirlo de alguna manera, mi único amigo.

Me ayuda olvidar todo y salir por un momento de mi realidad para ser feliz.

Hoy tocaron a mi puerta, tocaron el timbre de hecho. ¿Quién será? No quiero ver a nadie, prefiero permanecer sólo con mi soledad.

Esperaba que quien fuera, se cansara de tocar y me dejara solo, pero al parecer, vino con la idea de no irse hasta que yo abriera.

Por enésima vez tocaron el timbre pero esta vez más insistente, lo cual estaba ocasionandome un severo dolor de cabeza.

—¡Deja de hacer eso!— grité abriendo la puerta, llevándome la sorpresa de que era mi amigo Andrew.

—Hey, Carlos. ¿Cómo estás?— preguntó mientras me daba un abrazo.

Realmente extrañaba esta sensación, la de sentir el cariño de alguien.

—Andrew.— me separé de él —Bien amigo. ¿Que te trae por aquí?

—¿Bien? No creo que estés bien.

—Lo estoy, sólo... un poco aburrido. Ya sabes, la gira terminó y no tengo mucho que hacer.

—Podrías ir a la iglesia conmigo. ¿Que haz pensado de eso?

—No, no creo que yo encaje allí.

—Vamos Carlos, todo el mundo encaja en la casa del señor.

—No lo creo amigo— dije soltando una risa.

—Carlos. Te estás destruyendo, y me duele verte así. Fumar esa cosa no te traerá cosas buenas.

—Yo sé lo que hago con mi vida, ¿okay Andrew?

—Te lo digo por algo, Carlos. Pero está bien. Me voy, sólo pasaba a saludarte y ver cómo estabas.

—Pues ya viste como estoy.— me dedicó una sonrisa de lado, palmeo mi espalda y salió de mi casa.

¿Quién se cree para venir a mi casa a decirme que debo hacer?

Mis días pasaron normales, no tenía un sentimiento definido, no me sentía feliz, ni triste, sólo... me mantengo respirando.

—Deberías de ir a la iglesia.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Quién eres?

—Tengo planes para ti, y te necesito ahí.

—Ja, ¿y quién se supone que eres para decirme que hacer? ¿Dios?

Desperté de golpe. Me dolía la cabeza.

Busqué alguna aspirina para poder tomarla y que el dolor se me pasara.

Me levanté de la cama y salí de casa. No sabía exactamente a dónde iba, sólo seguía a mis pies.

Después de mirar mis pies y caminar por un rato, me di cuenta que estaba frente a la casa de Andrew. Toqué el timbre no aún muy seguro de lo que quería salir de mi boca, pero, cuando abrió, las palabras simplemente surgieron.

—Quiero ir a la iglesia contigo.

Él me dedicó una amplia sonrisa y asintió.

El domingo por fin había llegado. Andrew me vería en su casa  a las 8:30 para llegar a la iglesia a las 9.

Debo admitir que en cuanto entré, sentí una gran paz que literalmente me hacía sentir renacido. Todo emanaba tranquilidad y la gente aquí era muy amigable.