Death Gun

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Asuna

Hacía más de tres horas que Kirito estaba en quirófano. No sabía nada de él, lo último que supe fue que entró en parada cardiorespiratoria debido a la inyección que le había clavado Death Gun en el corazón. Lo vi morir en la ambulancia, sus últimas palabras fueron "lo siento", se estaba disculpando porque me estaba dejando sola en este mundo. Yo estaba en shock, no dejaba de darle vueltas a lo que había pasado a lo largo de la noche, no comprendía qué había pasado, hacía apenas cuatro horas que me había pedido irme a América con él. Íbamos a empezar a tener nuestra vida soñada, juntos, pero el destino nos tenía preparada una sorpresa. 

Al cabo de media hora salió el médico para explicarme que a Kirito lo habían reanimado pero el diagnóstico no era el mejor de todos, no podían asegurarme que fuera a despertar o, en caso de que lo hiciera, podrían quedarle secuelas. Creí que era el momento de ser valiente y afrontar la situación, tenía que llamar a su madre y a su hermana, ellas también tenían que estar aquí. También me gustaría que estuvieran mis padres conmigo. Saqué mi teléfono del bolso y busqué el teléfono de Sugu. 

- ¿Diga? - respondió la menor de los Kirigaya. 

- Hola Sugu - dije mientras intentaba no ponerme a llorar. 

- Asuna, ¿ha pasado algo? - preguntó preocupada - no suenas igual que siempre. 

- Tu hermano... - hice una pausa para reprimir las lágrimas - está en el hospital, Death Gun nos ha abordado mientras me acompañaba a mi casa.

- ¿Cómo? - preguntó asustada - ¿en qué hospital está? 

Le respondí y me dijo  que su madre y ella venían enseguida. Me senté en el mismo lugar donde había pasado las últimas horas a esperar a que vinieran ambas. Mientras esperaba, llamé a mi madre. 

- Asuna, ¿dónde estás? - preguntó preocupada. 

- Estoy en el hospital, mamá, Kazuto-kun ha tenido un accidente mientras me acompañaba a casa. 

- ¿Dónde estás? - preguntó, le contesté - vale, enseguida vamos tu padre y yo. 

Colgué y a los cinco minutos entraban por la puerta Midori y Sugu, al levantar la vista y ver a ambas es cuando no pude reprimir más las lágrimas, había luchado contra todo por evitar romper en llanto pero ya no pude más. 

Ambas intentaron consolarme pero fue en balde ya que seguía llorando desconsoladamente. Les expliqué lo mejor que pude a ambas lo que había ocurrido. Al cabo de un rato vinieron mis padres, mi madre corrió a consolarme. Aunque se opuso a nuestra relación, con el paso del tiempo supo aceptarla y me apoyó, a su manera, con todo. 

Finalmente el médico nos dejó ver a Kirito, entramos Midori, Sugu y yo, su estado no era el mejor, estaba conectado a muchas máquinas y estaba muy pálido. Tenía miedo de que no despertara. No me imaginaba una vida en la que no estuviera él. 

Después de la visita de Kikuoka, el médico nos dijo que lo mejor era que nos fuéramos a descansar, como Midori aún tenía papeles que hacer, mis padres y yo le ofrecimos a Sugu que se quedara a dormir, algo que me vendría bien porque no quería estar sola esta noche. Sugu aceptó y nos fuimos a mi casa. 

Le dejé un pijama mío a Sugu y nos sentamos a hablar. 

- ¿Cómo estás, Asuna? - preguntó Sugu mirándome a los ojos. 

- No lo sé, - respondí - creo que esto no ha pasado. No puedo creerme que hacía unas horas estábamos caminando de la mano y me propuso que lo acompañara a América - rompí en llanto de nuevo - me dijo que me necesitaba a su lado. Se supone que tendríamos que estar felices y celebrando, mirando casas, universidades y becas y no estar en esta situación.

Relatos sobre Kirito y AsunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora