55 | Hogar.

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CAPÍTULO FINAL

ALEXANDER BIANCHI

Algunos meses después...

Ya era San Valentín. Y que puta sorpresa no tenía para Hannah.

Primero en la mañana me encargue de llevarle el desayuno –cosa que nunca hago y no porque no quiera sino porque ella se levantaba primero–, luego le hable a Oliver para que viniera por Ámbar

Segundo me la follé en la ducha.

Tercero pedí comida a domicilio, ya que lo mío no era la cocina, ni tampoco de llevarla a un restaurante, para eso mejor la llevaba a comer afuera de un local de comida y tampoco se lo pediría a Liv, sin embargo le di la opción de elegir lo que quería y prefirió quedarse aquí.

Después de comer le avisé que saldríamos por ahí por si se quería cambiar, ella alegó con que no quería salir y que solo quería estar conmigo en la cama, tuve que conversarla –sí, con más sexo– para que moviera el culo al auto.

Ahora mismo íbamos en el auto, ella jugaba con su labio inferior mientras apoyaba su cabeza en la ventana, mis ojos algunas veces se desviaban a su abdomen que estaba un poco más notorio. Aún no sabíamos lo que era y lo sabríamos en la próxima consulta que era la próxima semana recién.

¿Qué si estaba emocionado? Si y mucho.

Cuando noto que estamos por llegar rebusco en la guantera una corbata que había puesto ayer cuando me entregaron las llaves.

—Toma —se la entrego y ella frunce su ceño agarrándola —Póntela, por favor.

—Que, no —empezó a alegar. Sonreí —Ni me has dicho para donde vamos...

—Que es regalo, tómatelo como una sorpresa.

Hannah sonrió tirándome la corbata en el rostro.

—Stellina, voy manejando.

Ella se inclinó y me beso la mejilla. —Sabes que ni yo te he hecho un regalo me siento mal novia.

—Con que me des cariño y me dejes follarte estamos bien. Porque tú nunca me haces cariño así que...

—Si te hago. Te muerdo, es mi muestra de cariño.

Reí y cogí la corbata poniéndola sobre sus piernas.

—Póntela, si no te la pones, estacionaré y te la pondré yo.

— ¿Me paso al asiento de atrás y me quito la braga? —pregunta con aire coqueto.

Volví a reír —Tú solo póntela o no iremos y te quedarás con las ganas de saber lo que es.

Me mostró el dedo del corazón antes de ponérsela.

Seguí manejando hasta llegar a mi destino, una sonrisa se apodera de mis labios, no estaba seguro de que Hannah tuviera una muy buena reacción, pero me valía porque la idea a mí me tenía completamente feliz.

La ayudé a bajar aunque ella alegó:

—Si no tuviera esta mierda en los ojos, podría caminar sola.

Le di un beso rápido en los labios, asegure el auto y caminamos un poco antes de pedirle que subiera tres escalones, luego abrí las puertas saludando al señor de recepción.

— ¿A quién saludaste? —pregunta.

—No es una mujer.

Ella sonríe y aprieto el botón del ascensor.

Por Nosotros© ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora