Prólogo

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Sus tíos no querían que vaya con ese hombre.

Le dijeron que había algo mal en él, pero que con unos golpes podrían curarlo. ¿Realmente podrían curarlo? Si lo curaban... ¿lo querrían?

Pero, él tenía curiosidad, él quería ir con Hagrid a conocer el mundo mágico, si había una posibilidad, por mínima que sea, de que tal vez haya alguien que pudiera responder sus preguntas... tal vez... tal vez debería ir.

Sus tíos estaban furiosos, pero él estaba contento, ¿estaba bien?

No podía estar bien... pero él quería ver.

Se fue con Hagrid, ¿estaba realmente en lo correcto al hacerlo? Acababa de conocerlo. Parecía amable... pero él sabía que la gente podía aparentar, como cuando su tío aparentaba estar preocupado por él cuando lo llamaban de la escuela, su tío nunca se preocupaba por él.

Realmente le gustó viajar en metro, fue la primera vez, pero fue divertido... no tendría que divertirse, pero, quizá si sus tíos no se enteraban, no habría problema.

¡Hubo muchísima gente en el "Caldero Chorreante"! En realidad, no le gustó que todos quisieran estrechar su mano, pero le gustaba ver las vestimentas de todos los magos, según Hagrid se llamaban "túnicas".

El "callejón Diagon" era impresionante, fue una lástima que no tuviera mejor vista, de lo contrario, estaba seguro que le hubiera encantado aún más, solo vio manchas ligeramente definidas de muchos colores, pero estaba bien, cuando se acercaban a cada tienda podía diferenciar mejor los escaparates.

Los duendes era intimidantes, pero le gustaban, eran serios en su trabajo.

Según Hagrid, la única diferencia entre una "estalactita" y una "estalagmita" es que una tenía la letra "m" en el nombre, fue una respuesta graciosa, al menos.

Le gustó el viaje hacia las bóvedas, fue muy entretenido, nunca había pasado por algo similar, pero suponía que así se sentía Dudley cuando iba al parque de diversiones y se subía a la montaña rusa.

Harry se sintió perdido cuando vio tanto oro en su bóveda, ¿cómo haría para administrarlo si él no tenía ni idea sobre eso? Nunca en su vida tuvo más que unas cuantas monedas en sus manos, y solo habían sido para comprarle algo a su tía o para pagar el periódico, ¡él no tenía idea de cómo hacer para que no se le acabara antes de terminar el colegio!

La siguiente cámara era de mucha más seguridad que la suya a pesar de solo contener un pequeño paquete, eso debía significar que era algo de muchísimo valor... ¿estaba bien que se lo llevaran así? Hagrid no debía hacer magia, él no sabía cómo, ¿y si alguien se lo quería robar?

No le gustó mucho ir a medirse para el uniforme, había un niño rubio que hablaba demasiado, no es que no le importaba escucharlo, él prefería eso a hablar, pero le recordaba demasiado a Dudley por su actitud. Le dijo algo acerca de que los hijos de "muggle" no debían asistir al colegio, su mamá era una nacida de muggles, ¿no? Según Hagrid su madre fue una bruja espléndida, no entendía porqué no debió haber estudiado allí entonces.

Le gustaba la idea del quidditch, le aterraba tener que volar por los aires en algo como una escoba, pero a su vez, le resultaba increíble, ¡los magos era sorprendentes!

Hagrid no quería que llevara libros que no estuvieran en la lista, pero igual le permitió hacerlo. Acaba de llegar a un mundo totalmente nuevo, quería comprar libros que pudieran explicarle acerca de ello. Además, "Historia de Hogwarts" debería ser un libro obligatorio, según veía, explicaba también algunas reglas, deberían de leerlos todos.., o eso pensaba, podría estar equivocado.., bueno, seguramente lo estaba, quizá todos ya conocían las reglas y él era el ignorante, como siempre.

¿Pociones? A él le gustaron las pocas clases de química que tuvo en la escuela, quizá le gustarían también las clases de pociones, parecían ser similares en ciertos aspectos... aunque seguramente no podría hacerlas bien, él era un inútil, después de todo.

Quería usar su telescopio esa noche, quizá podría esconderlo para que sus tíos no lo tomaran y podría probarlo desde su ventana, ahora que ya no dormía en la alacena tenía vista al cielo.., claro, si es que no lo devolvían a dormir bajo las escaleras, porque su tío se veía realmente furioso.

¡Hagrid le había regalado una lechuza! Fue la primera vez que recibió algo en su cumpleaños desde que vivía con sus tíos, y era realmente preciosa. La empleada de la tienda le dijo que era una hembra, luego le buscaría un nombre adecuado para ella, quería que tuviera uno tan bonito como ella lo era.

Harry no quería comprarse realmente una varita, ¿y si no sabía usarla? Le aterró la idea de que si no lograba usarla no le dejarían entrar al colegio.

El señor Ollivander era aterrador, muy interesante... pero le seguía dando miedo.

Tenía una memoria impresionante, ¡recordar cada varita que vendió! Él no podría hacerlo.

Quiso saber si significaban algo las maderas, núcleos y medidas para que él las recordara, pero no se atrevió a preguntar.

La primera varita que agitó hizo volar los papeles que habían en su escritorio, dio un respingo y la dejó de nuevo en su caja, pero el hombre de ojos curiosos no se enojó, sino que le dio otra.

Esta vez volaron las cajas, volvió a saltar y dejó la varita con cuidado, temeroso.

Una más, esta vez fue el tintero, Harry se horrorizó cuando le dijo que era su favorito, pero se alivió al notar que con su propia varita lo reparó de nuevo.

Tuvo miedo de agarrar la siguiente, la soltó de inmediato, no, se sentía horrible.

La quinta ni siquiera la tocó, miró con miedo al señor Ollivander, ¡esa varita era aterradora!

Para la siguiente el propio hombre se la quitó, diciendo que no era la adecuada, Harry le dio silenciosa razón.

-Un cliente difícil...

Harry se ruborizó por completo, quería pedirle disculpas, pero el señor Ollivander estaba radiante, se detuvo a medio abrir de boca, confundido.

Otra, otra, otra, y otra más.

El niño se estaba cansando, tenía un poco de sueño, pero el hombre estaba igual o más eufórico que antes.

Cuando le tendió otra varita, dudó mucho en agarrarla, tenía miedo de destrozar otra cosa.

-Adelante, señor Potter- le sonrió.

Harry suspiró y extendió la mano para tomarla, sintiendo de inmediato un calor recorrerle los dedos, sintió la varita como una parte de su cuerpo, sonrió encantado cuando al agitarla salieron chispas de color dorado de la punta.

-Curioso, muy curioso...

Harry ladeó la cabeza, un poco intrigado.

-Es interesante que esta varita lo haya elegido.

El niño solo volvió a ladear la cabeza, inseguro de qué decir.

-Madera de sauce, al igual que la de su madre, con un largo de veintiocho centímetros y medio como la varita de su padre, es bonita pero rígida, algo un tanto inusual para las varitas de sauce. Y ciertamente es curioso que su centro sea el mismo que el de la varita que le hizo era cicatriz.

Cuando el hombre señaló su frente, Harry instintivamente se movió para atrás.

-Pluma de fénix. El fénix que dio su pluma para esa varita solo dio una más... y es la que tiene dentro de la suya. No muchas varitas de sauce se llevan bien con las plumas de fénix, pero en la suya trabajan perfectamente.

-Es muy bonita- murmuró. Era muy, muy sencilla, pero le encantaba así, era de un bonito color claro y estaba bien tallada.

-Pocas son las plumas que son bendecidas con las lágrimas del fénix que las da, señor Potter.

-Oh- fue todo lo que atinó a decir, estaba más concentrado admirando su varita.

Harry sonrió una vez más, pagando la varita en cuanto le dijo el precio, despidiéndose del hombre antes de salir con Hagrid.

"Hará grandes cosas, señor Potter. Después de todo, él también hizo grandes cosas... Terribles, sí, pero grandiosas".

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