Capítulo 67

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"La determinación del campeón más joven"

Mientras caminaba hacia la tienda donde debía reunirse con los otros campeones, Harry se sentía mareado, y mucho más aturdido de lo que había estado en las últimas semanas desde que se volvió campeón del colegio. No le sería una sorpresa si también estaba más pálido que de costumbre. 

Había conseguido dormir gracias a una poción que le permitió descansar unas horas antes de la primera prueba, y durante todas las clases de esa mañana estuvo practicando discretamente el encantamiento convocador. En realidad estaba bastante seguro de que la profesora McGonagall lo había notado, pero no lo detuvo ni dijo nada. 

Estaba asustado, no iba a intentar negarlo, porque lo estaba. ¿Podrían culparlo? Estaba apunto de enfrentarse a un dragón, después de todo. Ni siquiera los ánimos de sus amigos lograron hacer que la ansiedad disminuyera.., pero al menos se sintió agradecido por el apoyo. 

El profesor Snape que lo acompañaba a la tienda lo dejó fuera de esta. Fue agradable recibir palabras de apoyo de él también, incluso si era mucho menos expresivo que sus compañeros, fue algo importante para Harry, más porque, aún con la seriedad, fue capaz de notar la preocupación del maestro. 

Se preguntó si así se sentía tener un padre. 

Cuando Harry entró a la carpa donde estaban los demás campeones, vio a Fleur Delacour que estaba sentada en un rincón, sobre un pequeño taburete de madera. No parecía ni remotamente tan segura como de costumbre; por el contrario, se la veía pálida y sudorosa. El aspecto de Viktor Krum era aún más hosco de lo habitual, y Harry supuso que aquélla era la forma en que manifestaba su nerviosismo. Cedric paseaba de un lado a otro. Cuando entró le dirigió una leve sonrisa a la que éste correspondió, aunque a los músculos de la cara les costó bastante esfuerzo, como si hubieran olvidado cómo se sonreía.

—¡Harry! ¡Bien! —dijo Bagman muy contento, mirándolo.— ¡Ven, ven, ponte cómodo!

De pie en medio de los pálidos campeones, Bagman se parecía un poco a esas figuras de los dibujos animados muggles. Se había vuelto a poner su antigua túnica de las Avispas de Wimbourne, dándole un aspecto mucho más resaltante de lo habitual.

—Bueno, ahora ya estamos todos... ¡Es hora de poneros al corriente! —declaró Bagman con alegría. Claro, no era él quien tenía que enfrentar a un dragón. —Cuando hayan llegado los espectadores, les ofreceré esta bolsa a cada uno de ustedes para que saquen la miniatura de... aquello con lo que les va a tocar enfrentarse. —Les enseñó una bolsa roja.— Hay diferentes... variedades, ya lo verán. Y tenía que decirles algo más... Ah, sí... ¡su objetivo es tomar el huevo de oro!

Harry miró a su alrededor. Cedric hizo un gesto de asentimiento para indicar que había comprendido las palabras de Bagman y volvió a pasear por la tienda, gesto que en realidad lo ponía nervioso. Fleur Delacour y Krum no reaccionaron en absoluto. Tal vez pensaban que se pondrían a vomitar si abrían la boca; en todo caso, así se sentía Harry. Aunque ellos, al menos, estaban allí voluntariamente... A él podrían ofrecerle dejar el Torneo en ese preciso momento y no dudaría absolutamente nada en aceptar la propuesta.

Pocos minutos después se oyeron alrededor de la tienda los pasos de cientos y cientos de personas que hablaban emocionadas, reían, bromeaban... Harry se sintió separado de aquella multitud como si perteneciera a una especie diferente. Y, a continuación (a Harry le pareció que no había pasado más que un segundo), Bagman abrió la bolsa roja de seda.

—Las damas primero —dijo tendiéndosela a Delacour.

Ella metió una mano temblorosa en la bolsa y sacó una miniatura perfecta de un dragón: un galés verde. Alrededor del cuello tenía el número «dos». Y Harry estuvo seguro, por el hecho de que Fleur Delacour no mostró sorpresa alguna sino completa resignación, de que no se había equivocado: Madame Maxime le había dicho qué le esperaba. Lo mismo ocurrió en el caso de Krum, que sacó el bola de fuego chino. Alrededor del cuello tenía el número «tres». Krum ni siquiera parpadeó; se limitó a mirar al suelo, un gesto que igualmente Harry interpretó como resignación. Cedric metió la mano en la bolsa y sacó el hocicorto sueco de color azul-plateado con el número «uno» atado al cuello. 

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