Capítulo 62

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"Llegan los invitados"

Harry despertó, sobresaltado, jadeando pesadamente y apretando con fuerza las sábanas que en ese momento lo tenían como maniatado debido a las vueltas que había dado dormido. 

Se quedó por lo menos cinco minutos mirando a la nada, hasta que finalmente estuvo lo suficientemente tranquilo como para liberarse de las mantas y ponerse de pie, estremeciéndose ante el toque frío de sus pies sobre el suelo. Estirándose, se tocó casi con miedo la frente, para luego suspirar aliviado cuando notó que la cicatriz no le estaba doliendo. 

Desde la clase de DCAO en la que había visto la maldición asesina, había estado pesadillas cada vez más frecuentes, y ni siquiera las pastillas que tomaba para dormir habían logrado aliviar estas y controlar sus horas de sueño. Se había vuelto más paranoico, probablemente por el insomnio y el estrés provocado por los sueños que casi siempre terminaba olvidando apenas despertaba; y además, no dejaba de sentir que algo horrible ocurriría, lo que no ayudaba en nada. 

Sin molestarse en ponerse unos zapatos primero, caminó hasta el baño de la habitación para asearse rápidamente, bostezando cada tanto y a veces tropezando por su falta de atención. Al llegar de nuevo a su baúl, sacó un frasco para tomar su medicación, peor el sonido de las cortinas de la cama continua abriéndose de golpe lo asustó y casi tiró las pastillas al suelo. 

—¡Me quedé dormido!— se quejó Theo, levantándose rápidamente de la cama. Harry se rió por lo bajo, consiguiendo el seño fruncido de su compañero. —Pudiste despertarme. 

—Theo, son las siete y treinta. Tienes treinta minutos para prepararte para el desayuno. 

El chico solo hizo un sonido de entendimiento mientras buscaba sus objetos de tocador. Mientras Harry terminó de tomar lo que le correspondía, se levantó y volvió a estirarse, mirando hacia el horario que tenía pegado a la pared. 

—Hoy nos enseñará a resistir la maldición imprerius, ¿no?— preguntó Theo, acercándose a leer el horario. 

—Sí, creo que sí—masculló Harry. 

De no ser porque ya había pasado muchas veces, Harry se hubiera asustado al ver al calamar gigante en la ventana, demasiado cerca como para ver todo su cuerpo, pero suficientemente lejos como para entender qué era. Caminó hacia la ventana y golpeó suavemente el vidrio, sonriendo cuando, con un tentáculo, el calamar le devolvió el gesto.

—¿Dice algo Snapper?— preguntó Theo, divertido, y a la vez, acostumbrado a la escena. 

—No lo sé. Pero quizá pueda convencer a Hagrid de que nos deje verlo en clases. 

Negando con la cabeza, su compañero se apresuró a meterse al baño para ducharse, dejando al más pequeño observar un rato más las criaturas marinas que se alcanzaban a ver por la ventana de su habitación. 

Salieron luego al Gran Comedor para desayunar. Harry llevaba en sus manos uno de los libros que le prestó el profesor Moody, y le estaba mostrando a Theo, muy emocionado, un capítulo que hablaba de hechizos defensivos para maldiciones de alto nivel. 

Ahora que se había anunciado que los otros colegios llegarían a finales de octubre, el ambiente era mucho más animado en el Gran Comedor, y eran pocos los estudiantes que lograban apartar su cabeza del Torneo como para concentrarse en las pilas de tareas que los maestros les dejaban. A cuarto y quinto año en especial les dejaban muchos deberes relacionados a los TIMOS, a los primeros para poder prepararse con tiempo, a los segundos porque a finales de ese año, Torneo o no, los tomarían y no podían distraerse. 

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