Capítulo 18

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"El elfo doméstico, la advertencia y el rescate"

Harry se dispuso a dibujar en su habitación mientras cantaba algo en voz baja, no es como si tuviera otra cosa que hacer mientras sus tíos preparaban todo para recibir el señor Mason y su esposa. 

Le hubiera encantado usar las tintas de colores que tenía, pero estaban en su baúl con el resto de sus cosas, así que solo tenía un par de crayolas que había rescatado antes de que su primo las tirase, diciendo que estaba "demasiado mayor" para dibujar, aunque en realidad era porque nunca fue bueno en el arte, y prefería estar jugando con su computadora o pasarse el día usando su celular. 

Se sentía feliz de saber, por lo menos, que Hedwig estaba libre. No hubiera podido aguantar escucharla chillar esa noche porque temía lo que su tío le hubiera hecho si ella no guardaba silencio mientras ellos estuvieran con sus visitas. 

"Si no se calla, yo la haré callar", había amenazado un vez. Harry se estremeció al recordarlo.

A veces se arrepentía de no haber mandado una carta, pero a la vez, no lo hacía. No quería tentar más a su suerte, y realmente, en el fondo, sentía que si no recibía una respuesta, se iba a sentir aún más desgraciado porque sería como confirmar que lo habían ignorado. 

Dejó el crayón rojo de lado y se fijó en la ventana, suspirando. 

Su cumpleaños del año anterior fue el mejor de su vida, con Hagrid yendo a buscarlo para decirle que era un mago, recibiendo por primera vez un pastel (aunque Dudley fue el que se lo comió al final) y recibiendo un regalo, es decir, su preciosa lechuza nival. 

Ese año, había pasado limpiando todo el día y trabajando bajo el sol que de milagro no le provocó insolación, aunque sí le había costado un dolor de cabeza horrible que aún no desaparecía del todo. Lavó las ventanas, el coche, cortó el césped, recortó los setos, podó y regó los rosales, abonó las plantas y pintó de nuevo la cerca. Al llegar la noche, tras una escueta cena, debía pasar encerrado en su habitación, fingiendo que no existía.  

No podía decir que era el peor cumpleaños como tal, al menos no había sido castigado... 

Harry se maldijo de forma inconsciente por haber pensado aquello cuando escuchó un chasquido como el de un látigo detrás suyo, se giró tan bruscamente que casi se cayó de la silla, el corazón latiéndole con tanta fuerza que sintió que iba a romperle el pecho. 

Estuvo a punto de gritar, pero el miedo de ser castigado por su tío fue mayor al miedo que le provocó ver a una pequeña criatura apareciendo detrás suyo en su habitación. 

Reconoció aquellos grandes ojos verdes, pues los había visto tras unos setos esa mañana. Al menos se alivió de saber que no se estaba volviendo loco y realmente habían estado allí.

—Ho..hola...— tanteó Harry, en voz baja, un poco nervioso.

—Harry Potter— dijo la criatura, haciendo una reverencia que hizo que su larga nariz tocara la alfombra. —Hace tiempo que Dobby quería conocerlo, señor... Es un gran honor...

—Gra..gracias— dijo Harry, sintiéndose algo avergonzado ahora. Quiso preguntar "qué" era Dobby, pero pensó que eso sería ser demasiado grosero, por lo que cambió de pregunta. —Disculpe, pero... ¿Quién es usted?

—Dobby, señor. Dobby a secas. Dobby el elfo doméstico.

Harry trató de recordar si había leído algo sobre los elfos domésticos, pero no los ubicaba de ningún libro. Quizá podía recordar vagamente alguna mención en los libros que Theo le prestó para aprender de cultura mágica, pero no recordaba que alguno mencionara cómo lucían.

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