Capítulo 53

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"El cervatillo de plata"

Luego de haber llegado a Prince Manor, Harry había sido recibido por Kreacher y luego por Regulus, quien lo llevó a la misma habitación que había tenido las vacaciones pasadas, donde todas sus cosas estaban exactamente donde las había dejado. 

Fue un poco extraño para Harry cuando Regulus le preguntó cómo le había ido en el colegio, nunca antes nadie le había preguntado al respecto por ello, más allá de cuando sus tíos le preguntaban para asegurarse de que no estaba haciéndolo mejor que Dudley, lo que era... prácticamente no hacer nada. 

Su rostro se volvió rojo cuando lo había felicitado por sus buenos resultados, y Harry solo atinó a agradecer torpemente, cambiando como pudo de tema, mostrándole la Saeta de Fuego que Sirius le había regalado por Navidad, llevando luego el tema de conversación hacia su padrino, y de Regulus tratando de descubrir todo lo que había ocurrido ya que no había mucho que podían haber conversado por cartas. 

Cuando Severus llegó, se encontró con Regulus y Harry hablando en la habitación del niño, y para su sorpresa, este también estaba riendo. Al parecer, su pareja le había estado comentando algunas cosas sobre su padrino cuando era más joven.

Quizá fue gracias a ese tranquilo comienzo que Harry no había estado tan tenso como lo había estado el año pasado cuando llegó por primera vez, o tal vez el chico ya les tenía un poco más de confianza. 

Algunas cosas no cambiaron, como Harry teniendo problemas para hacer preguntas: era un poco más flexible al respecto, pero solo para cosas como preguntar dónde estaban (normalmente si no llegaban a la hora de la cena). También había mencionado algo de los mundiales de quidditch, y aunque no preguntó explícitamente, se dieron cuenta de que estaba tratando de pedir permiso, algo que no tuvieron razones para negarle, tampoco sin ser demasiado evidentes de que habían entendido la pregunta que les había "hecho". Y luego estaba lo que quizá había sido su avance más grande, preguntarles directamente si podía salir a practicar hechizos en el patio. Harry nunca pedía nada para sí mismo, y aunque había preguntado por un permiso, era algo. 

Severus pensó que Harry habría querido volver a practicar hechizos de duelos o incluso los hechizos que los gemelos Weasley les mostraba; aún estaba sorprendido que el niño pudiera dominar alguno de esos hechizos que estaban destinados al nivel de un quinto o sexto año, incluso si aún no habían solucionado el hecho de que tenía el núcleo mágico parcialmente bloqueado... No había esperado escuchar a Harry gritar el hechizo para invocar un patronus. 

Fue más sorprendente aún ver el gran escudo que Harry ya lograba formar a pesar de que tenía recién trece años, pero, de lejos, fue más sorprendente aún lo que hizo al tercer día de llegar allí. 

El chico había salido una vez más para practicar el encantamiento patronus, pero un pequeño grito llamó la atención de ambos adultos que estaban en la sala, haciéndolos ir a ver si todo estaba bien, pues, con la suerte del chico, cualquier cosa podía ocurrir. 

No esperaron ver al niño manteniendo, a duras penas, su varita alzada para que una figura plateada delante suyo no desaparezca. 

Un cervatillo plateado comenzó a recorrer el jardín a medio galope, llenando todo lo que por segundos se mantenía como una lluvia de escarcha hasta que desaparecía en el aire. Harry estaba debajo de la figura, siguiéndolo con la mirada mientras pequeñas lágrimas se acumulaban en sus ojos. 

Se había enterado antes de que el patronus de su madre era una cierva y el de su padre un ciervo gracias a Moony... pero nunca pensó que su patronus pudiera complementarse tan bien con el de sus padres. 

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