25 de febrero: ¿hacemos parte de todos?

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Reconocí el miedo en su ojos, tenía la certeza de que esperaba menos de mi. Pero la vida en ocasiones nos sorprende y al parecer la vida lo sorprendió a el. Quizás por ser alguien como yo quién lo ayudará a el.

Andrés; así se llama el chico de piel morena, que fue maltratado. El compartió su dolor y yo aún estando en diferente posición entendí que hay más dolor que el mío. Y quizás fui una egoísta en agrandar mi dolor y no fijarme que hay más dolor aparte del mío, tal vez cometí el error de querer cambiar al mundo, y solo refugiarme en mi dolor. Aún así no llegue a alcanzar nada, más que herirme con el recuerdo de mi enfermedad.

Yo no era la única que necesitaba ayuda.

—Te agradezco esto— el muchacho sonrió —. Solo no tenía nada...

—Tranquilo— acaricié su mano —. Existen personas que lo tienen todo y a la vez no.

—Necesitaba comida, y tal vez si me merecía esos golpes.

—Nadie merece ser maltratado.

—¿Incluso yo?

—Incluso tú.

De allí caminamos en silencio, al parecer uno de esos acogedores. El no tenía un propósito a dónde ir, más yo le quería mostrar algo que a mí me hizo sentir feliz, tal vez en ese lugar conozca o sienta el calor de el amor.

Es algo extraño, puesto que yo sentí amor en medio de personas desconocidas, conocí al que yo creo que es el amor de mi vida, o de lo que queda ella.

—¿A dónde vamos?— indago Andrés en un susurro, aún con su vista en el suelo.

—Te llevaré a mi lugar favorito.

De nuevo reinó el silencio, no espere una solo palabra de el, sabía lo ansioso que estaba mientras jugaba con su dedos. Cuando fijé mi vista al frente no pude reprimir una linda sonrisa, ese lugar llegaba a darme tanta felicidad.

—¿Tu lugar favorito es un bar?— el chico me miró extrañado.

Me encogí de hombros y lo guíe hacia Laguna Azul, apenas atravesé esas puertas sentí el calor impregnarse en mi piel, miré a Andrés esperanzada en qué el hubiera sentido lo mismo, pero no; sus ojos indagaron con miedo el lugar y más se aferró a mi mano, suavice el agarré y lo miré para que continuáramos tenía la esperanza de encontrarme a Ben.

—¿Estás bien?

—Claro, solo que esto es nuevo para mi... Ya sabrás bares, no frecuento a bares.

—Calma — le sonreí —. Esto es una cafetería de día, y bar de noche.

Sus hombros se relajaron y soltó un ruidoso suspiro:

—Y yo creyendo que eras una especie de alcohólica.

Nos acomodamos en unas de las mesas cerca al escenario.

—¿Alguna orden señores?— la voz de una chica llegó a mi, voltee a mirarla y puede notar las miradas de amor que le enviaba Andrés y ella.

—Quiero un café— sonreí —. Andrés, ¿Qué quieres tu?

—Ah si... Yo también quiero un té, no, digo...un café, si si café.

—Bueno yo iré por su pedido, adiós...digo ya vuelvo.

—¿Te gusta?

—¿Que? no — negó y no dude en mirarlo mal —. ¿Se nota mucho?

—Solo un poco.

—Aun no me has dicho porque es un lugar favorito— los ojos del chico me indagaron, y no solo buscando la respuesta que acababa de hacer, sino, mi vida. El buscaba la repuesta a mi vida.

—¿Tienes alguna razón para vivir?

—¿Debo de tener una?

Suspiré.

—Todos debemos de tener una.

—Si es así, entonces no hago parte de todos.

Al parecer yo si lo hago — me acomode en la silla, dispuesta a contarle mi vida —. ¿Sabes cuándo va a ser tu muerte?

—¿Debemos de saber eso?— indago perplejo.

—Yo si lo sé.

—No sé si tenerte miedo ahora o correr por mi vida— soltó de pronto —. Avísame si eres una especie de cosa sobrenatural.

—No, no — sonreí por lo estúpido que sonaba eso —. Soy Alexandra, más conocida como Alex, y tengo miocarditis.

—Mimi... ¿Que?

—Miocarditis tonto; inflamación de la capa superior del corazón.

—En pocas palabras, no entiendo nada.

—A mis 17 años me descubrieron miocarditis, cuando tenía problemas respiratorios y tenía ataques— suspiré cuando vi su cara de no entender nada —. Mi enfermedad la descubrieron tarde, puesto que desde nací al parecer la tenía.

—Así que tienes problemas respiratorios...

—En realidad necesito un donante — solté de pronto —. Tengo 10 meses de vida.

—¿Que?

—Voy a morir sino encuentro un donante, Andrés.




•••

Hola amigos, no había podido actualizar por no sé, falta de inspiración.

Mi vida entre tu pecho ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora