Había pasado ya un par de semanas desde que me empecé a llevar bien con el cuarteto de chicos. Principalmente, eran con quienes pasaba la mayoría de mi tiempo, ya que desde el día que ganamos la partida de pool, no habíamos parado de hacer partidas contra otros alumnos. Parecíamos imparables, e incluso, como siempre trae la fama, había llegado a nuestros oídos varias críticas y ataques hacia nosotros. Pero no nos importaba, nos lo pasábamos bien jugando y por culpa de unos imbéciles no íbamos a parar.
La verdad era que nunca me imaginé llevarme tan bien con ninguno de ellos, salvo con Manuel, que ya tenía confianza desde hacía tiempo. Pero los otros, desde el primer día, no me habían dado muy buena espina. Ahora que les conocía un poco mejor, pensaba completamente lo contrario.
En la próxima hora, tocaba baile. Ya llevábamos minutos esperando en el gimnasio a que Lulú se dignara a aparecer. En estas últimas semanas todo había ido a peor: llegaba muy tarde siempre, e incluso había días que no aparecía; nos cancelaba clases o nos cambiaba el horario a su antojo, haciendo que tuviésemos clases en nuestras horas libres; cuando venía, nos hablaba sin ganas; y se iba más pronto de lo acordado, haciendo de nuestras clases de una hora, una clase de cuarenta minutos. Estábamos hartas de ella.
—No podemos seguir así —sopló Mía—. ¡Hace lo que le da la gana!
—¡Sí, es muy injusto!
—Así es la vida, chicas —aseguró Luján—. O nos aguantamos, o le apedreamos. No hay grises.
—A ver, a ver, a ver —calmé la situación—. No nos pongamos agresivas. Yo creo que lo mejor sería hablar con ella y explicarle cómo nos sentimos.
Marizza negó con la cabeza, incrédula:
—Ya, Laia. ¿Para qué? Está claro que le damos igual, ¿tú te crees que le importa lo mal que nos sintamos?
—Hombre, pues yo creo que no es una piedra. Algo le va a importar.
—Que no, Laia —se metió Pilar—. Lo único que le interesa son los chicos.
Ambas asintieron, estando de acuerdo con la hija del director. ¿De verdad la peor opción era hablarlo? Pues no me parecía bien. Yo siempre había sido partidaria de hablar las cosas, y tenía claro que me lo llevaría hasta la tumba.
—Hola, chicas. ¿Cómo estáis?
Lulú entró en el gimnasio con una sonrisa, cosa que nos extrañó. Parecía que hoy sí estaba feliz de tener clase con nosotras. Dejó su bolsa en un rincón y avanzó hacia el centro, haciendo un par de estiramientos con los brazos. Como vio que nos mirábamos con confusión, habló:
—¿Qué os pasa? Estáis... raras.
—Nada... —Marizza se hizo la dura, poniendo morros— ¿A que no, chicas?
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Inolvidable || Rebelde Way
Fanfiction(CORRIGIENDO) A Laia Martín y a su familia les sale la oportunidad de mudarse a Argentina por cuestiones laborales, la cual aceptan sin pensárselo mucho. Allí asistirá a un colegio pupilo lleno de gente adinerada y muy caprichosa; al principio no l...