(CORRIGIENDO)
A Laia Martín y a su familia les sale la oportunidad de mudarse a Argentina por cuestiones laborales, la cual aceptan sin pensárselo mucho.
Allí asistirá a un colegio pupilo lleno de gente adinerada y muy caprichosa; al principio no l...
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Cuando bajé del avión, el cielo estaba nublado. Me había pasado trece horas ahí dentro: durmiendo, escuchando música y, sobre todo, leyendo. Empecé con Agatha Christie y terminé con Harry Potter, para variar. Me sabía hasta los diálogos de las películas, y comenzaba a creer que tenía un problema. Y ahora, ya ni notaba las piernas.
Junto a mis padres y hermana, caminé hasta llegar a la salida del aeropuerto, donde un taxi nos esperaba para llevarnos a la que sería nuestra casa a partir de ahora. Estaba en el centro de Buenos Aires, según me habían contado, y la verdad es que estaba muy emocionada por verla.
Al llegar, nos instalamos rápidamente y nos fuimos a dormir. Mañana debía empezar con mi vida en el Élite Way School y tenía que estar con las pilas a tope. Me había prometido a mí misma que las cosas aquí serían diferentes. Necesitaba que fueran diferentes.
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¿Lo tenía todo? ¿Seguro que no me dejaba nada? Estaba sudando de los nervios. Revisé un par de veces todo lo que llevaba encima para ver si me dejaba algo.
Bajé las escaleras con tranquilidad hasta llegar a la cocina, donde estaba mi madre. Aproveché para pillar algo de comida para el trayecto, una manzana iba bien. Ahora que me habían quitado los aparatos, ya podía comer de todo.
—Tú sin prisas, eh, Laia. A tu ritmo, como siempre.
—Pero si vamos bien de hora, ¿no?
Mi madre negó con la cabeza.
—No, a las nueve hay que estar allí, y solo queda media hora. —Empezó a recoger cuatro cosas que había encima de la encimera, nerviosa—. ¡Es que siempre tenemos que ir tarde!
—Pero mamá —abrí los ojos, incrédula. Estaba intentando no perder los nervios—, que aún queda rato. Llegamos de sobras. Además, hoy no hay clase ni nada, solo tenemos que instalarnos y prepararnos para el viaje de mañana. Ya está.
