Capítulo 5

2.1K 138 29
                                    

Dormí hasta muy tarde

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dormí hasta muy tarde. Llevaba una resaca encima increíble, así que comí con prisas para no tener que hablar con nadie (tampoco había demasiada gente ahí, y los que estaban, debían de tener dolor de cabeza sí o sí). Después, me duché y preparé para mi primer día de trabajo. Me apetecía muchísimo ponerme guapa, y sobre todo, que la gente me viera guapa. Tampoco iba a pasarme, pues iba a trabajar.

Me planché el pelo, me puse un poco de maquillaje lo más natural posible y un top de tirantes con un poco de escote. Si yo misma no me gustaba, tampoco le gustaría a nadie. Yo iba primero. Metí un par de cosas en un bolso y me lo colgué en el hombro antes de salir de la habitación. Bajé las escaleras y decidí, antes de marcharme, ir a avisar a alguien por si me buscaban. Al menos, que supieran que me había ido. Miré en la cafetería, pero, para mi gran sorpresa, no había nadie que me sirviera. De mi curso, solo estaba Sol. Y claro, no iba a decírselo a ella.

Pensé que a lo mejor habría alguien en la sala de estar, y acerté. Tomás y Pablo estaban sentados en frente de la televisión, mirando no sé qué. Así que me acerqué y les llamé la atención:

—Una cosa, chicos.

Ambos se me quedaron mirando, sin decir nada. ¿Tenía algo malo, yo?

—Laia —pronunció Pablo.

—¿Qué os pasa? —ambos negaron con la cabeza, sin dejar de mirarme ni un solo instante—. Bueno, solo pasaba a decir que me voy un rato. Seguramente, volveré tarde.

—¿A dónde vas? —mostró curiosidad, el rubio.

—Tengo que ir a hacer unos cuantos recados.

—Vale —Bajó la mirada hasta mi escote. Se estaban comportando de manera muy extraña.

—¿Se puede saber qué os pasa?

De lo confundida que estaba, solté una suave risa. En ese momento, habló Tomás:

—Estás preciosa cuando sonríes.

¿Cómo? Madre mía. ¿Por qué me decía eso? Iba a terminar poniéndome roja.

Iba a contestar cuando noté como Pablo se lanzaba encima de mí y me besaba apasionadamente. Obviamente, le seguí el beso, que, por cierto, me encantó. Él me encantaba, sobre todo cuando se ponía así. Movió su mano hasta mi nuca, dando un leve apretón.

Al separarnos, me le quedé mirando, anonadada.

—¿Seguro que estáis bien?

—Mejor que nunca.

—¿Y tú, Tomás? ¿Todo bien, seguro? Te noto como... ido.

—Estoy genial, sí. Solo... que... Nada. Estoy perfecto.

¿Vale...? Iba a pasar por alto su extraña actitud y, también, la pasión con la que mi novio me había besado. Simplemente, debían estar felices. Así que, a mí también me tocaba: tenía que ponerme bien y ser feliz.

Inolvidable || Rebelde WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora