(CORRIGIENDO)
A Laia Martín y a su familia les sale la oportunidad de mudarse a Argentina por cuestiones laborales, la cual aceptan sin pensárselo mucho.
Allí asistirá a un colegio pupilo lleno de gente adinerada y muy caprichosa; al principio no l...
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—¿Quieres hacer el favor de irte, por favor? —le pedí a Pablo, pues se negaba a marcharse de la habitación— No estoy de humor.
—¡Últimamente, nunca estás de humor!
—¡Pues no, no lo estoy! —exploté, notando que sin querer se me estaban empezando a poner los ojos vidriosos— ¿Cómo quieres que esté si...?
—¿Si qué?
—Nada, es igual.
—No, Laia. Cuéntamelo.
El rubio avanzó unos pasos hacia mí, pero yo lo aparté. No quería que me viera llorar. Él, preocupado, volvió a acercarse y me obligó a mirarle.
—¿Qué te pasa, mi amor? ¿Por qué lloras?
—No es nada.
—Hombre, si estás llorando, tal vez sí lo es.
—Que no. Déjame.
—Laia —me llamó mientras me sujetaba la cara con ambas manos—. Soy tu novio, puedes contarme lo que quieras.
—Ya lo sé, pero...
—¿Por qué te has enfadado? Dímelo, va.
Yo dudé, pero, al estar en un momento crítico, no me controlé tanto como quería. Después de lamerme las lágrimas más cercanas a los labios, contesté:
—He tenido la sensación de que... De que defendías a Sol.
—¿Qué? Claro que no, te defiendo a ti.
—Pues a mí no me ha parecido eso. Has hecho que me callara, y que yo sepa, eso no es defenderme.
—Pero lo he hecho para que terminarais de discutir. No quiero que te metas en líos.
—Tampoco lo iba a hacer, solo estaba discutiendo con ella.
Seguía un poco molesta con él. Aunque, tenía que admitir que sus ojos azules empezaban a ablandarme bastante. Era imposible mirarle y seguir enfadada.
—Ya, pero... Quiero que estés tranquila, ¿sabes?
—Bueno —Seguía sin convencerme mucho su versión, pero con enfadarme no ganaba nada, así que lo dejé estar—. Está bien.
—¿Te quiero mucho, vale?
—Yo también, Pablo.
Acto seguido, nos dimos un corto beso y un abrazo. No me separé hasta que lo hizo él, pues me sentía muy cómoda entre sus brazos. Si fuera por mí, estaría abrazándole durante horas. Estuvimos un rato charlando de meras cosas, hasta que tocamos el tema de Rocco y me acordé de lo que había pasado con él.
