Otro día más, tenía que ir a trabajar. Nada me hacía más rabia que ver cómo todos disfrutaban de sus tardes libres con sus amigos o sus aficiones y yo tenía que ir a la cafetería a aguantar a personas maleducadas.
Me puse el uniforme —que no era nada más que una camiseta y unos pantalones negros— y salí de mi habitación con prisa. Tenía el tiempo justo para llegar a la parada del bus y viajar en él hasta el barrio dónde se encontraba el establecimiento, así que no podía entretenerme mucho. Pero, como si los dioses me hubiesen escuchado y decidido joderme, un imprevisto apareció.
—¿Te vas?
Yo le eché una ojeada rápida cuando bajé el último escalón. Pablo me observaba con curiosidad, pero estaba claro que esperaba una respuesta mucho más elaborada que un "Sí". Seguí andando hasta la puerta con intención de ignorarlo, pero enseguida me lo impidió agarrándome del brazo.
—¿Tengo pinta de querer quedarme?
—No empecemos, Laia. Quería hablar contigo un segundo, por favor.
Suspiré, cansada de él.
—Tienes un minuto, que llego tarde.
—Es sobre... Sol. Está todo solucionado, lo hemos dejado y...
—Me da igual, Pablo. Haz lo que quieras con quien quieras, pero no me des explicaciones de nada, ¿vale?
Me di media vuelta, pero, una vez más, me cogió de la cintura rápidamente para que no me marchara. Enseguida le quité las manos de encima de mí, malhumorada.
—Espera, espera, Laia. ¿No te alegras?
—¿De qué me voy a alegrar?
—Bueno... Si ya no estoy con ella, tú y yo...
—No hay ningún "tú y yo", Pablo. ¿Es que no te ha quedado claro? No quiero saber nada de ti. Ahora, si me disculpas, tengo prisa.
Él me miró confundido. Parecía no entender la situación, cosa que me ponía de los nervios porque estaba todo más que claro.
—¿A dónde vas?
—¿Te importa mucho?
—Pues sí, mucho. Todas las tardes te marchas del colegio y nadie sabe dónde vas, así que dímelo —ordenó. Pero, cuando vio mi cara de estupefacción, dejó a un lado la chulería y suplicó:— ¿Por favor?
Suspiré, colocando mis manos en forma de jarra ante tanta idiotez en una sola persona. ¿Por qué seguía insistiendo? La culpa de nuestra ruptura era únicamente suya: él había escogido estar con dos a la vez, no yo. Así que ahora tenía que apechugar.
—Eres tonto, Pablo. De verdad que lo eres.
—Está bien —murmuró de mala gana—. Si no me lo quieres decir... Está bien. Ya lo averiguaré por mí mismo.
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Inolvidable || Rebelde Way
Fanfic(CORRIGIENDO) A Laia Martín y a su familia les sale la oportunidad de mudarse a Argentina por cuestiones laborales, la cual aceptan sin pensárselo mucho. Allí asistirá a un colegio pupilo lleno de gente adinerada y muy caprichosa; al principio no l...