Era sábado de resaca. Me hubiera encantado dormir hasta el mediodía, pero Marizza me fastidió los planes. Bueno, en realidad no solo fue ella, sino Erreway. Alguien había decidido que a las diez de la mañana de un sábado, justo cuando el viernes habíamos salido de fiesta, nos teníamos que reunir para hablar. De mala gana y con un dolor de cabeza impresionante me duché y me vestí, al menos para dar una buena imagen a la representante de la banda. Aunque no estaba segura de que su opinión me importara demasiado después de ver cómo se había entrometido en la relación de Mía y Manuel.
Después de tomarme un rápido café en la cafetería, pues este fin de semana me cubrían otros alumnos, me dirigí a la sala de estar donde nos había citado Sabrina. Cuando llegué, solo me encontré con Pablo sentado en la mesa de billar, así que me acerqué.
—¿Todavía no ha llegado nadie más?
Al escuchar mi voz levantó la cabeza y me miró fijamente. Yo me senté a su lado, aunque evité el contacto directo con su cuerpo. Después, Pablo negó con la cabeza y añadió:
—Se deben haber dormido. ¿Cómo llevas la resaca? Porque ayer...
—Me duele bastante la cabeza —le interrumpí, mientras me frotaba la frente. No quería que Pablo tuviera la oportunidad de echarme en cara cualquier cosa vergonzosa que hubiera hecho durante la fiesta.
—Ya somos dos. Más vale que la reunión sea importante, porque hacerme levantar a estas horas...
Al cabo de un par de minutos, llegaron Sabrina y Manuel. Venían charlando animadamente y nos saludaron de la misma manera, aunque yo me mantuve distante con ambos. No estaba para nada de acuerdo con la actitud de los dos. Sabrina se quejó de la impuntualidad de Mía, pese a ella también haber llegado tarde. Poco tiempo después, apareció la rubia con cara de sueño y se sentó a mi lado, mientras que la reciente pareja —si es que se le podía llamar como tal— se mantuvieron de pie enfrente de nosotros tres.
—¿Cómo estás? —le susurré a Mía.
—Podría estar mejor.
—Eh, chicas —nos llamó Sabrina, con mala cara—. ¿Podéis callaros? ¿O es que lo que tenga que deciros no os importa? —Ninguna respondió, a pesar de que tenía muchas ganas de mandarla a la mierda por ese comentario tan borde y lleno de chulería— Bien. Como bien sabréis, Manuel me envió la canción que Laia compuso y se la he enseñado a mi padre.
—Bien, Sabrina, bien —añadió Pablo, contento—. ¿Le ha gustado?
—Lo que le gusta a mi padre es que tengáis nueva música y que trabajéis. Así que todo le está bien, mientras pongáis de vuestra parte.
Pablo frunció el ceño ante tanto pesimismo. Tenía razón: un poco más de alegría y positivismo estaría bien por su parte.
—¿Y eso significa que...?
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Inolvidable || Rebelde Way
Fanfiction(CORRIGIENDO) A Laia Martín y a su familia les sale la oportunidad de mudarse a Argentina por cuestiones laborales, la cual aceptan sin pensárselo mucho. Allí asistirá a un colegio pupilo lleno de gente adinerada y muy caprichosa; al principio no l...