Capítulo 22

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Había llegado el día. Después de tantas alegrías y tantos disgustos provocados por la dura campaña electoral, por fin se sabrían los resultados. Era el momento de desvelar los votos de los alumnos que habían votado durante las dos primeras horas de la mañana. Cuarto año estábamos reunidos, juntamente con un par de representantes de los restantes cursos, en el gimnasio. El director y el preceptor, Heredia, se encontraban al frente junto a una pequeña mesa para reposar la urna e ir sacando voto por voto. Además, habían traído una pequeña pizarra para hacer más visible el recuento.

—Voto para... Bustamante.

Con ese voto, íbamos empatados. Solamente me quedaba cruzar los dedos con fuerza para que los siguientes fueran para mí. Quería y necesitaba ganar. Estos últimos días, la campaña había funcionado perfectamente y sin ningún acto sucio, tal y como aclaré con Pablo. No obstante, seguía anhelando con ansia hacerme con la presidencia. Con esa carta, podría destacar y hacerme un hueco entre los mejores perfiles de la escuela. Tal vez así, al terminar el colegio, conseguiría una nota de recomendación de algún profesor para ir a la universidad. O, sin ir más lejos, una beca, pues pagar la matrícula era un lujo que no me podría permitir.

—Voto para... Martín.

Mi círculo, formado básicamente por mis amigas, y yo aplaudimos con alegría. Superaba muy justamente a Pablo, pero todavía no había finalizado. Solamente quedaban dos votos y necesitaba que fuesen para mí.

—Silencio, por favor —ordenó Dunoff, ya que el ambiente era demasiado tenso y los alumnos estaban nerviosos— Voto para... Bustamante.

Quedaba uno, el que desempataría. Por favor, para mí... Por favor, para mí...

—Y el último voto es para...

—Bustamante —gritó Heredia, para que todos estuvieran al corriente.

Mientras un gran bullicio de gritos y aplausos inundaba el gimnasio, mi ritmo cardíaco iba descendiendo. Ya no corría adrenalina por mis venas, sino decepción. Las chicas me consolaban con desánimo, aunque lo único que podía hacer en ese momento era mirar a Pablo. Se había acercado a Dunoff con una sonrisa alegre y victoriosa. Parecía contento de verdad. Para colmo, llevaba esos pantalones tejanos que le quedaban tan bien y una camiseta negra que le marcaba los hombros. No me alegraba que hubiese ganado, pero verlo tan feliz... Me alivió un poco.

Mucha gente se acercó a él para felicitarlo, aunque hubo otros que decidieron salir del gimnasio para demostrar su desconformidad con el resultado. Igualmente, se había creado un gran círculo en torno a Pablo formado por sus admiradores y amigos. Decidí tomar una decisión madura y alejarme de mis amigas para ir a felicitar al ganador. Cuando conseguí abrirme paso entre la multitud, mayormente formada por chicas, le toqué suavemente el hombro a Pablo para que se diera la vuelta y me viera.

Inolvidable || Rebelde WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora