El fin de semana en casa, después del Vacance Club, pasó volando. Me lo pasé todo durmiendo porque tenía que descansar todo lo que no había descansado en esos días, y además, estar con el máximo de energía para mi primer día de clase oficial en el Élite Way School.
Tenía que reconocer que estaba un poco nerviosa. A los chicos de clase ya los conocía, pero a los profesores no. Tampoco sabía si las clases serían más difíciles aquí, que en España. Me imaginaba que, al ser un colegio tan bueno, en nivel sería mucho más elevado. Y eso me asustaba. Durante toda mi vida había sido una persona con buenas notas, tenía que decirlo. Pero no sabía si mi nivel sería adecuado para un lugar como este. Encima, tenía la presión de mis padres: no podía decepcionarles.
Por suerte, aún quedaba un día para mentalizarme, ya que hoy teníamos que ir a media tarde, pero las clases no empezaban hasta mañana. Esa tarde era para deshacer las maletas y prepararse para el día siguiente.
Iba camino a la escuela, en el coche, junto a mi familia, cuando me fijé en lo guapa que iba mi hermana Eva. Siempre había destacado, eso estaba claro. Pero ahora que empezábamos de cero, tenía la mínima esperanza de que eso fuera diferente. De que esta vez la gente se fijara en mí y no en ella. O, al menos, en ambas. No solo en ella. Eva empezaba quinto año, así que, con un poco de suerte, no involucraría mucho en su vida a los de tercero. O, repito, eso esperaba.
Al llegar, ambas nos despedimos de nuestros padres y nos dirigimos hacia la puerta principal del edificio. Había varios estudiantes despidiéndose de sus familias, y también muchos reencuentros de amigos que no se habían visto en todo el verano. Cruzamos las puertas entrando dentro y a lo lejos vi a Marizza, sentada en una de las primeras escaleras.
—¡Marizza! —grité desde lo lejos, y ella se giró en mi dirección dedicándome una gran sonrisa.
Ella corrió hacia mí y me abrazó con fuerza. Se la notaba contenta, y eso me gustaba. Al cabo de muy poco rato, apareció también Luján. Hablamos un poco, aunque no había muchas cosas que contar debido a que nos habíamos visto hacía unos pocos días.
—¿Y Luna? —preguntó la tercera en sumarse— ¿Dónde está?
—Ni idea —respondí.
Nos dispusimos a buscar a Luna por todas partes, pero no la encontramos por ningún lugar. Preguntamos a unos cuantos chicos de cuarto por si la habían visto, incluso describimos su físico para encontrarla más rápido, pero no hubo manera. Solo nos quedaba ver en secretaría, pero cuando entramos, tampoco estaba allí.
—No, aquí tampoco está...
—¿Dónde se habrá metido?
Deducimos que llegaba tarde y que aún no había llegado, así que fuimos a la habitación para desempacar las cosas que habíamos traído y, luego, fuimos a la cafetería a tomar alguna cosa para hacer un poco de tiempo. Pero, pasó una hora y nuestra amiga todavía no había aparecido. Nos estábamos empezando a preocupar. Así que nos dividamos por todo el edificio y, de esa forma, a ver si lográbamos dar con ella.
Al cabo de deambular por los pasillos durante un buen tiempo, entré en secretaría. Allí, me la encontré, cabizbaja, sentada en una silla.
—¡Luna! —le llamé la atención— ¿Dónde estabas? Te hemos estado buscando desde hace ya un buen rato.
—Estaba esperando el uniforme. —Se encogió de hombros mientras se colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja.
De una puerta salió Gloria, con el uniforme en mano, y se lo dio a Luna.
—Aquí tienes el uniforme y ticket. No te olvides de dárselo a tu tía. —Mi amiga le dio las gracias y se levantó del asiento—. ¡Ah! Y le he comentado lo del traslado de cuarto al director...
—Esto...
Luna parecía nerviosa. ¿Qué digo? ¡Parecía atemorizada! ¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba así?
—¿Te quieres cambiar de cuarto? ¿Por qué?
—Yo...
—Perdona —la interrumpió la secretaria—, pero el señor director ha dicho que no es posible realizarlo. Lo lamento.
—Está bien. No importa.
¿Estaba enfadada? Que yo supiera, no le había hecho nada. ¿Por qué se comportaba así?
—Pero, Luna, ¿por qué te quieres cambiar de cuarto?
Ella empezó a caminar hacia la puerta, ignorándome, como si no me hubiera escuchado. La llamé otra vez, pero ya había abierto la puerta y había salido de secretaría. Obviamente, la cosa no iba a quedar así. Empecé a caminar detrás de ella, pero enseguida Gloria me lo impidió.
—Tú, ven aquí. Tus padres te han comprado el uniforme. Espérame que ahora te lo traigo.
¡Dios, qué rabia! ¿Era en serio? ¿No tenía mejor momento para darme el maldito uniforme? Y justo cuando pensaba que no podía odiar más esa situación, entró una persona aún más odiosa: Pablo Bustamante.
—¡Che, Gloria! —gritó, como un auténtico maleducado— ¿¡Dónde está mi traje!? ¡Apúrate!
En esos momentos no estaba de buen humor como para aguantar eso, así que enseguida salté:
—Eh, tranquilito, que primero voy yo.
—Pues te esperas. En este colegio, por si no te enteraste, hay preferencias.
—¿A mí, qué me importan, las preferencias?
—Pues deberían. Más que nada para que sepas cuál es tu lugar en este colegio.
—Ah —asentí, aguantándome las ganas de meterle un puñetazo—, ¿y tú sí sabes cuál es mi lugar?
—Pues claro. Yo lo sé todo.
—Ya, claro.
Me ponía tanto de los nervios su actitud de sobrado... Era insoportable.
—Hasta un chimpancé sabría ver que yo estoy muy por encima de ti —siguió con su discurso clasista.
—Claro, tú consigues verlo. Aunque más bien, en este caso, estaríamos hablando de auténticos monos, ¿no?
—Ja, ja, ja —fingió la risa—. Muy graciosa. A ver si te hace tanta gracia quedarte sin amigos, porque, a esa loca amiga tuya, le quedan pocos días.
—Eso no lo decides tú —me molesté.
—Ay, no me hagas reír, linda —me acarició el pelo, de tal manera, que hizo irritarme aún más—. ¿Quién te crees que soy?
—Una mierda. Eso eres para la mayoría.
—Soy un dios, no te confundas.
—Tanto dinero y tan poca humildad...
—Y orgulloso. La humildad no sirve para nada, por eso, tú no eres nadie.
Tuvo suerte de que salió Gloria con mi uniforme y nos interrumpió, porque estaba a punto de meterle un buen sopapo. Y bien merecido. Este chico era un irrespetuoso. Y un narcisista. Egocéntrico. ¡Y todos los insultos del mundo!
Me marché de allí enseguida, no quería pasar ni un solo segundo más cerca de ese chico. Necesitaba tranquilidad. Fui a mi habitación, necesitaba un descanso ya. Solo me apetecía tumbarme en la cama y estar calmada. No tardé mucho en llegar, más o menos empezaba a ubicar ya casi todas las clases y lugares del colegio. Al llegar, me acordé del suceso con Luna y decidí contárselo a Marizza y a Luján. Opinaba que debían saberlo.
—¿Y no te dijo por qué se quería cambiar de cuarto? —preguntó Luján, confundida.
—No. Encima se comportaba de manera extraña. Me ignoraba y, al hablar, lo hacía de forma torpe. Se notaba que no quería que nos enterásemos.
—Pero que Luna haga algo así... es muy raro —añadió mi otra amiga.
—Ahora que lo pienso, después de que te fueras del Vacance Club, Luna estaba re callada. Yo pensaba que era porque no tenía onda conmigo. —le explicó a Marizza.
—No sé, pero nos lo va a tener que explicar cuando venga.
—Chicas... —dudé sobre si seguir hablando o no, porque creía que les podía molestar lo que iba a preguntar, pero decidí decirlo: —¿Seguras de que no le dijisteis nada que le pudiera ofender?
—Que yo sepa, ahora no dije nada.
—Sí, nosotras no tenemos la culpa —se defendió, un poco alterada.
Iba a hablar otra vez, pero unos suaves golpes en la puerta no me dejaron. Las tres nos giramos hacia la puerta cuando esta se abrió.
—¿Qué haces aquí? —Marizza se levantó inmediatamente de la cama, cuando vio a Mía.
—Vengo a hablar con Laia, con permiso.
Salí con Mía a fuera lo más rápido que pude, no quería que Marizza le dijera alguna cosa de las suyas a Mía y se pusieran a discutir como hacían siempre.
—¿Qué pasa?
—Toma —extendió el brazo, dándome una tarjeta roja no muy grande, donde estaba escrito: "feria americana".
—¿Qué es la feria americana? —pregunté, echando una ojeada rápida a la tarjeta.
—Es una reunión que hago todos los años antes de empezar las clases. Obvio que no van todas, solo las invitadas.
—¿Y para qué os reunís?
—Rifo la ropa que ya no uso más entre todas las chicas que no pueden comprarse, tengan o no dinero. La verdad es que todas mueren por mi ropa y a mí me encanta ayudar a los demás. Bueno, igual, lo de la ropa es una parte. La feria es una gran fiesta donde se baila, se come, hacemos chistes... Es la despedida de las vacaciones. Te gustará.
—Gracias por invitarme, me encantaría ir.
—Gracias a vos por aceptar mi invitación. Ahora, tengo que irme. Hasta luego.
Volví a entrar dentro de la habitación y Marizza y Luján me preguntaron acerca de lo que quería Mía, pero no me dio tiempo de contestar porque Luna entró en la habitación.
—Permiso, vengo a dejar mis cosas.
—Bien. Ahora que estás aquí... ¿Nos vas a explicar por qué te querías cambiar de cuarto?
No me pude aguantar de preguntárselo. Sabía que iba a incomodarle, pero no podíamos hacer como si no pasara nada. Las cosas se tenían que hablar.
—Eh... Yo... Me tengo que ir, que me están esperando... —Intentó salir de la habitación, pero Marizza se lo impidió.
—Primero me vas a tener que explicar un par de cosas.
—Déjala que se vaya, Marizza. Está invitada a la feria americana de Mía —Luján se burló.
—Aunque esté invitada al casamiento de Shakira, no me importa.
—Eh... Chicas, sobre eso... —las interrumpí para agregar algo, mientras me rascaba la nuca nerviosa. No sabía cómo iban a reaccionar— Mía también me ha invitado, así que voy a ir.
—No, yo no me lo puedo creer... Yo que pensaba que eras la única con cerebro y un poco de dignidad en esta habitación... —Luján se puso las manos en la cabeza, disgustada.
—Me da igual la cosa esa de Mía —Marizza le restó importancia, para centrarse en lo que de verdad le preocupaba— ¿Por qué quieres irte, Luna?
—No tengo muchas ganas de hablar sobre eso, mejor dejemos todo como está. ¿Para qué más complicaciones?
—Aunque no te guste, la vida está llena de complicaciones y tienes que enfrentarlas. ¡Por una vez, dime lo que piensas!
—Pues... Cuando pasó lo de Pablo, en el Vacance Club, yo estaba muy preocupada, ¿sabéis? Y lo único que hicisteis fue hacerme sentir que era una estúpida por sentirme así... Bueno, tú, Laia, no. No estabas en ese momento.
—Bueno... Es que a veces lo eres, Lunita...
—Sí, puede ser. Yo no soy valiente como vosotras. Es que... No sé, tenía miedo.
—Mira, Luna —se metió Luján—. A la vida no se puede ir con miedo, eh.
No estaba demasiado de acuerdo con ellas, al fin y al cabo, sentir miedo era algo normal. Luna lo único que hacía era expresar sus sentimientos y si ya por eso era una estúpida... No me parecía justo.
—Ya lo sé, pero siempre me pasa lo mismo. Cuando quiero mucho a alguien siempre tengo miedo de que le pase algo malo.
—Pero eso es normal, si no quisieras a la gente no te preocuparías por ellos —la intenté hacer sentir un poco mejor.
—Pero si me quieres tanto... —dijo Marizza, dudosa — ¿Por qué quieres irte?
—Porque tú y yo nunca podríamos ser amigas. Entiendo que vosotras no aceptéis a alguien como yo, que soy tan miedosa.
—Pero Luna —fruncí el ceño ante todas las tonterías que estaban diciendo—, nosotras te queremos igual. No queremos que cambies, te queremos tal y como eres.
—Pero en el fondo... todos somos iguales. Yo también le tenía miedo a Pablo —confesó la pelirroja.
—Pero normal que le tuvieses miedo, ese tipo es un desgraciado. Está loco.
—Bueno, Lunita. Perdóname si te lastimé, es que ya sabes que soy una bestia...
—Tranquila, te perdono. —Luna sonrió y abrazó a Marizza—. Mejor olvidemos todo esto, ¿sí?
Al terminar de hacer las paces, Luna y yo nos dirigimos al cuarto de Mía, donde estaba un grupo de chicas ya instaladas ahí, mirando varias piezas de ropa. Nos recibieron bastante bien, para mi sorpresa. No podía decir que nos lo pasamos mal, pues era todo lo contrario; bailamos, charlamos e hicimos el típico sorteo de ropa de Mía. Logré conseguir un par de camisetas, que me encantaban. Mía me prometió darme más cuando las trajera de su casa, aunque no quería abusar de la confianza. Pero, si me las regalaba, estaría encantada; su ropa era preciosa.
¡Hola! ¿Qué tal?
¡Ay, Lunita! Pobrecita, no se siente muy a gusto con las chicas. ¿Creéis que es una miedica de verdad? ¿O las chicas no están empatizando con ella? ¡Dejadme todas vuestras opiniones en los comentarios!
Y, como no, Pablo molestando. A ver si sucede algo ya para hacerle callarse la boca... Ya veremos.
¡Muchas gracias por leer, y no te olvides de votar y/o comentar! Cada voto y comentario es un grano más para hacer de esta historia un gran lugar de rebeldes.
¡Hasta luego, besos!
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Inolvidable || Rebelde Way
Fanfic(CORRIGIENDO) A Laia Martín y a su familia les sale la oportunidad de mudarse a Argentina por cuestiones laborales, la cual aceptan sin pensárselo mucho. Allí asistirá a un colegio pupilo lleno de gente adinerada y muy caprichosa; al principio no l...